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Prot. No. 30/2025
12 de Enero de 2025

Carta Pastoral

“Y ACAMPÓ ENTRE NOSOTROS”

X CARTA PASTORAL

CON MOTIVO DEL AÑO JUBILAR DE LA ENCARNACIÓN 2025

ROGELIO CABRERA LÓPEZ

ARZOBISPO DE MONTERREY

“Y la Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros”.

Juan 1,14.

Introducción.

1.“La alegría del Señor ¡esa es la fortaleza de ustedes!”(Nehemías 8,10). Con estas palabras Nehemías invitó al pueblo a dejar a un lado la tristeza, a tranquilizarse y a reconocer el día consagrado a Dios. De la misma forma he decidido escribirles estas letras, para compartir la alegría que siento de vivir el Jubileo de la Encarnación 2025, tiempo de gracia consagrado al Señor, convocado por el Papa Francisco y que lleva por lema: “Peregrinos de esperanza”.

2. Les comparto que este es el tercer Jubileo que vivo: el primero en 1975 siendo seminarista en Querétaro, el segundo en el año 2000 siendo Obispo de Tacámbaro, y ahora este en 2025, siendo Arzobispo de Monterrey. Cada uno con un acento distinto, en una realidad diferente, pero con la misma alegría que nos da el que Jesús, la Palabra de Dios, se hizo carne y acampó entre nosotros (cfr. Juan 1,14).

3. El contexto en el que ahora estamos celebrando se enmarca, primero, en el deseo del Papa Francisco de que el Jubileo “pueda ser para todos un momento de encuentro vivo y personal con el Señor Jesús, ‘puerta’ de salvación (cf. Juan 10,7.9); con Él, a quien la Iglesia tiene la misión de anunciar siempre, en todas partes y a todos como ‘nuestra esperanza’” (1 Timoteo 1,1);segundo, en el término de un proceso de consulta sinodal teniendo a la mano el Documento Final del Sínodo de la Sinodalidad, para caminar juntos como Iglesia en medio de un mundo necesitado de escucha atenta, diálogo sincero y encuentro fraterno y amistoso.

4. Tercero, se enmarca en el camino que como Iglesia en México hemos definido con el Proyecto Global de Pastoral, teniendo en el horizonte la celebración en 2031 de los 500 años del Acontecimiento Guadalupano y, en 2033 los 2000 años de la Redención de Jesucristo. También lo enmarcamos en el proceso pastoral de nuestra Arquidiócesis en el que buscamos “vivir una decidida conversión, abiertos al Espíritu, que nos lleve a mirar y a seguir a Jesucristo Redentor, tejiendo una red evangelizadora y misionera, para colaborar en la reconstrucción del tejido social y eclesial, siendo una ´Casita Sagrada´ que reciba a todos en la misericordia del Padre, como lo pide la Virgen de Guadalupe” (Plan de Pastoral 2023-2026, 47).

5. Con este marco eclesial y conscientes del cambio de época que vivimos en la que hay muchas luces (como la promoción y el respeto de los derechos humanos, la búsqueda de oportunidades para todas las personas y la conciencia por el cuidado de la casa común), pero también muchas sombras (como la crisis sobre la persona humana y la cultura, la situación de la postpandemia que todavía padecemos, la ola de violencia en nuestro país y una “tercera guerra mundial a pedazos”, como lo ha dicho el Papa Francisco), nos alienta saber que Jesús es el Emmanuel, “Dios con nosotros”; nos entusiasma el compromiso que tenemos de que sea “encontrado, seguido, amado, adorado, anunciado y comunicado a todos, no obstante todas las dificultades y resistencias” (Aparecida, 14); y nos alegra celebrar su Encarnación, porque esa es nuestra fortaleza.

1.“Y la Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros” (Juan 1, 14).

6. Me gusta mucho el Evangelio de San Juan, por eso les he pedido desde el 2017, que después de la oración postcomunión, en las misas dominicales sea leído un fragmento que nos ayude a interiorizar en el misterio de la Encarnación. Ahora les pido, por favor, que este 2025 sea leído de nueva cuenta el prólogo de dicho Evangelio. De hecho, este prólogo se leía antes del Concilio Vaticano II en todas las misas, así lo recuerdo cuando era niño. Esa lectura va entrando en el corazón poco a poco, a veces sin que nos demos cuenta, haciéndonos poner nuestra mirada en el cielo, como lo hacen los místicos en tiempos de crisis y dificultad. Se los aseguro, porque así me pasó con su escucha atenta motivada por mis padres, que me llevaban a misa en mi pueblo.

7. El versículo 14 de este prólogo,“y la Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros”, es uno de los textos bíblicos que más impacta mi fe y ministerio, y quiero compartirles la razón: es una de las afirmaciones centrales de nuestro cristianismo, pues Jesús experimenta plenamente la condición humana y haciéndose como nosotros, nos motiva a ser buenos y seguir sus pasos. El “logos” eterno y divino, la Palabra de Dios se encarna y toma forma humana para entrar en esta dimensión histórica.La Encarnación ha marcado la historia y le ha dado posibilidad a nuestra vida de superar la temporalidad. La frase expresa la cercanía de un Dios que no permanece distante ni ajeno, que es humilde y que, siendo infinito se limita al cuerpo humano con su fragilidad y vulnerabilidad. Este versículo, tan sencillo y tan profundo, ha influido en la literatura, en el arte y en la teología, invitándonos a reflexionar sobre la relación entre lo humano y lo divino.

8. Algunas traducciones de la Biblia usan: “y habitó entre nosotros” o “puso su morada entre nosotros”, pero a mí me gusta usar “y acampó entre nosotros” que, siendo igualmente válida, se acerca más al acto de poner una tienda de campaña, que conecta con el símbolo del Tabernáculo, de aquella tienda del encuentro en el Antiguo Testamento, donde Dios habitaba en medio de su pueblo Israel durante el éxodo (cfr. Éxodo 25-31).

9. Cuando San Juan usa la palabra “acampar” está señalando que Dios no solo se acerca a la humanidad, sino que habita de manera concreta, tangible y personal en medio de su pueblo, tal como lo hizo en el Tabernáculo, pero ahora no a través de una estructura física como lo es una tienda, sino en la humanidad misma del Señor Jesús, quien no es simplemente un lugar donde “acampa” la presencia de Dios, sino que verdaderamente es Dios hecho hombre viviendo entre nosotros.

10. La imagen de la tienda de campaña nos habla de la humildad de Dios, quien no elige un palacio o una residencia grandiosa, sino algo simple, accesible y cercano a las personas. Por otro lado, al ser esta tienda movible, nos refuerza la idea de que Dios está en cualquier lugar donde estemos, Él camina con nosotros.

11. Si seguimos leyendo el versículo 14 continúa diciendo: “y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Unigénito, lleno de gracia y de verdad”. En el Tabernáculo del Antiguo Testamento, esta gloria de Dios era visible a través de la nube y el fuego (cfr. Éxodo 40, 34-38). En el Nuevo Testamento, esa gloria se manifiesta en la persona de Jesús, quien revela plenamente al Padre (cfr. Juan 14, 9).

12. Por otro lado, en el libro del Apocalipsis (21, 3), San Juan vuelve a utilizar la misma imagen: “He aquí, el tabernáculo de Dios está entre los hombres, y Él acampará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará entre ellos” . Esto sugiere que el concepto de Dios “acampando” entre los seres humanos, no solo sucede en la Encarnación, sino que también anticipa la relación eterna y gloriosa entre Dios y la humanidad restaurada.

13. Es por esto que, al celebrar la Encarnación en este Jubileo 2025, los invito a descubrir a Dios presente en lo cotidiano, en las calles y colonias de nuestra ciudad, pues la presencia del Señor no se identifica con lo espectacular o extraordinario, sino que está en nuestras relaciones, trabajos, desafíos y alegrías. Es un buen momento para poner atención en lo sencillo mientras recorremos nuestra ciudad. Pido a todos los párrocos que, junto con sus fieles laicos, salgan a las calles como “peregrinos de esperanza” , para que a través del ABC de la pastoral (un saludo, una sonrisa y una bendición) puedan hacer presente a Dios encarnado en medio de la comunidad.

14. También es importante descubrir las otras presencias vivas de Dios en medio de nosotros. En primer lugar, la Eucaristía: presencia real que nos permite apreciar la grandeza del Señor, no solo cuando lo celebramos en la Misa, sino también cuando lo visitamos en alguna capilla o hacemos oración en una Hora Santa. Redescubramos la presencia viva de Dios en su Palabra: al leerla, meditarla o celebrarla. A propósito, les recuerdo la indicación diocesana que se encuentra en nuestro Plan de Pastoral No. 90: “Que se celebre la Palabra de Dios en todas las periferias geográficas y existenciales que necesitan la luz del evangelio, llegando hasta los últimos rincones de la Arquidiócesis”.Hagamos lo posible para que, junto con los diáconos permanentes, ministros laicos (catequistas, lectores, acólitos y de la caridad) podamos cumplir con esto. Pido a la Vicaría Episcopal de Pastoral que facilite los medios para llevarlo a cabo.

15. Deseo que el Señor Jesús nos inspire para descubrir también su otra presencia encarnada, en los pobres y necesitados, en los migrantes e indigentes, en los enfermos y en aquellos que padecen. Son la carne sufriente de Cristo que estamos llamados a abrazar como lo hizo la Virgen María con su hijo, al morir en la cruz. Seamos para estos hermanos y hermanas una fuente de consuelo, de paz y de esperanza.

16. Vivamos también esta Encarnación a través de nuestra acción pastoral. Jesús encarnó la cercanía de Dios en el camino, en el trato con todos. Sigamos con entusiasmo nuestro proceso pastoral yendo por el camino de la conversión, el acompañamiento, la articulación y la formación. Espero que nuestras parroquias y comunidades sean verdaderas “tiendas de encuentro” donde, a través de la escucha y el diálogo, podamos vivir la sinodalidad en los consejos de pastoral, en las dimensiones pastorales, en los grupos parroquiales y movimientos laicales.

17. Agradezco a las comunidades parroquiales que han realizado sus Asambleas y a los Decanatos que se han reunido para compartir la experiencia de ir poniendo en marcha los compromisos eclesiales de nuestro Plan. La vida cristiana es eminentemente comunitaria y donde dos o más se reúnen en el nombre del Señor para ponerse de acuerdo, Él se hace presente (cfr. Mateo 18, 20).

18. Un signo también importante dentro de este Jubileo es la peregrinación. Así lo ha expresado el Papa Francisco: “Ponerse en camino es un gesto típico de quienes buscan el sentido de la vida. La peregrinación a pie favorece mucho el redescubrimiento del valor del silencio, del esfuerzo, de lo esencial ” (Bula de convocación al Jubileo, 5). Ojalá que podamos peregrinar de forma organizada a nuestra Catedral, a las basílicas y santuarios diocesanos. De modo particular les invito a hacerlo al Santuario Sacerdotal del Sagrado Corazón. Lo podemos hacer individualmente, en familia o como comunidad, teniendo la intención de pedir por nuestros sacerdotes y por las vocaciones sacerdotales y religiosas que tanto necesitamos.

2. “Vino a los suyos, mas los suyos no la recibieron”(Juan 1, 11).

19. Quiero seguir profundizando con ustedes sobre el misterio de la Encarnación, pero ahora desde otra perspectiva. Como dije anteriormente Dios no solo se acerca, sino que “acampa” y con ello se abaja, haciéndose vulnerable con esto al rechazo humano. Este rechazo no solo es histórico como lo sabemos, sino también existencial y sigue sucediendo ahora.

20. Dios no obliga a nadie a recibirlo. La libertad humana es un don divino que se respeta incluso cuando lleva al rechazo de su presencia. Este acto de no aceptación refleja la realidad del pecado, que no es solo una ruptura moral, sino una separación relacional entre nosotros y Dios. El rechazo de “los suyos” no frustra su plan, sino que se convierte en el medio para manifestar un amor que persiste incluso ante el desprecio. Aunque el rechazo parece un fracaso humano, no lo es, pues se interpreta como una ocasión para que la gracia se haga aún más evidente. San Pablo lo expresa cuando dice: “Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” (Romanos 5, 20). La negativa inicial de “los suyos” abre el camino para que la salvación alcance a todas las naciones, cumpliendo el plan universal de redención.

21. ¿Dónde estamos rechazando a Dios hoy? Ese “no lo recibieron” puede estar en nuestras vidas, no solo en negar su existencia, sino en cerrar nuestro corazón a su amor y su llamado constante a la conversión. ¿Cómo responde Dios al rechazo? Con paciencia, misericordia y perseverancia. Él nos ama y este Jubileo es una ocasión especial para aceptar el amor del Señor, su perdón, su paz.

22. Me gusta cómo el Santo Padre reflexiona sobre este mismo versículo en su reciente carta encíclica sobre el amor humano y divino del corazón de Jesucristo, cuando dice: “Los suyos somos nosotros, porque él no nos trata como a algo extraño. Nos considera algo propio, algo que él guarda con cuidado, con cariño. Nos trata como suyos. No significa que seamos sus esclavos, y él mismo lo niega: ‘Ya no los llamo servidores’ (Juan 15,15). Lo que él propone es la pertenencia mutua de los amigos. Vino, saltó todas las distancias, se nos volvió cercano como las cosas más simples y cotidianas de la existencia. De hecho, él tiene otro nombre, que es ‘Emmanuel’ y significa ‘Dios con nosotros’, Dios junto a nuestra vida, viviendo entre nosotros. El Hijo de Dios se encarnó y ‘se anonadó a sí mismo, tomando la condición de esclavo’ (Filipenses 2,7)” (Dilexit nos, 34).

23. De ahí el compromiso que tenemos nosotros ahora, de aceptar al Señor Jesús y a los demás, en medio de una cultura del rechazo en la sociedad donde vivimos, y que se manifiesta en distintas formas: exclusión social, discriminación, individualismo extremo, indiferencia hacia el otro y rechazo a lo trascendente como ya lo he comentado.

24. La cultura del rechazo genera heridas profundas: soledad, pérdida de identidad y desarraigo. Muchos hoy se sienten como “no recibidos” por la sociedad, la familia o incluso la Iglesia. Esta realidad pastoral nos invita a ser una Arquidiócesis acogedora, hospitalaria y promotora de la paz y la reconciliación.

25. Todos somos testigos de quienes son rechazados visibles e invisibles: migrantes, pobres, indigentes, hermanos mayores abandonados, jóvenes desilusionados, personas marginadas por su origen, raza o condición social. Como Iglesia de Monterrey es necesario examinar cómo nuestras estructuras y actitudes pueden incluir y aceptar, en lugar de excluir y rechazar.

26. Sigamos creando espacios seguros para el diálogo con proyectos concretos para la escucha activa y el acompañamiento. Preguntémonos: ¿Cómo podemos ser un signo visible de acogida en una sociedad marcada por el rechazo? El desafío consiste en transformarlo en una cultura de la hospitalidad y del cuidado, siguiendo el ejemplo de Cristo.

27. Les pido por favor que consideremos, en este 2025, la crisis migratoria entre nuestras prioridades pastorales. Los migrantes no son números ni estadísticas, son personas. En lugar de tratar a los migrantes como una carga o un problema, debemos encontrar soluciones basadas en la compasión y el respeto por la dignidad humana. Esta mirada nace del Evangelio, de la oración y del magisterio de la Iglesia que el Papa Francisco hace evidente en su encíclica Fratelli tutti, una de mis favoritas, en la que nos invita a tener un corazón abierto al mundo entero y respetar el derecho de todo ser humano a encontrar un lugar donde pueda realizarse integralmente como persona. Subraya, además, la necesidad de desarrollar una “cultura del encuentro” en la cual haya puntos de contacto, se tiendan puentes y se proyecte incluyendo a todos.

28. Pido por favor a las siete dimensiones de la pastoral que no dejen de trabajar en red atendiendo esta prioridad. Tengan en cuenta la inspiración de nuestro Plan de Pastoral como lo hemos indicado para “que todas las parroquias y comunidades tengan una red solidaria de atención permanente a los más pobres, en donde todos los grupos, movimientos y fieles, puedan vivir la dimensión social del evangelio, contando con el acompañamiento de Cáritas y del diaconado permanente (Plan de Pastoral 2023-2026, 112).

29. No puedo dejar de señalar que, cada año están llegando a nuestro territorio diocesano miles de personas de otros lugares de la república y de otros países, a quienes doy la bienvenida. Muchos de ellos están llenando nuestros templos y grupos parroquiales, ofreciendo su tiempo y su experiencia. Abrámonos a la experiencia de fe y a sus sencillas manifestaciones que llegan a nosotros como agua fresca para nuestro corazón, sin olvidar que “la piedad popular, que expresa la fe con gestos simples y lenguajes simbólicos arraigados en la cultura del pueblo, revela la presencia de Dios en la carne viva de la historia, fortalece la relación con la Iglesia y a menudo se transforma en ocasión de encuentro, de intercambio cultural y de fiesta” (Papa Francisco, en su viaje a Córcega, 15 de diciembre 2024).

30. Sin embargo, no todo es adverso cuando hablamos de ofrecer atención a quien nos necesita. Por eso no puedo dejar pasar por alto el gran compromiso que la sociedad neoleonesa tiene con la obra social, la promoción humana y la vivencia práctica de los valores cristianos, en relación con la acogida y acompañamiento a quienes viven en las periferias existenciales y materiales de nuestra sociedad.

31. En mi experiencia como sacerdote y obispo a lo largo de nuestro país, he constatado que nuestra tierra es la más dispuesta a comprometerse con la creación de asociaciones civiles, de beneficencia y acción caritativa de la Iglesia. Abundan las organizaciones, las familias, las personas y las iglesias que sencillamente viven, sin beneficio propio, las obras de misericordia tanto materiales como espirituales: dando de comer al hambriento, de beber al sediento, que visitan a los presos, consuelan a los tristes, sanan a los enfermos y acogen a los forasteros. En este sentido, reconociendo que aún hay mucho por hacer, los aliento a continuar con esta disposición: Dios que no se deja ganar en generosidad sabrá recompensárselo.

32. Además me siento orgulloso de mis predecesores en el oficio de Obispos y Arzobispos de Monterrey y en el ministerio pastoral en general, pues supieron impregnar nuestra sociedad de este espíritu cristiano vivo, que manifiesta a Cristo acampando en medio de las periferias existenciales para sanar los corazones heridos, remediar las necesidades de los hermanos y promover la dignidad del ser humano en general para vivir como verdaderos hijos de Dios. Hay mucho por hacer, pero llevamos mucho camino recorrido y esto debe animarnos a continuar así.

3. “Juan daba testimonio de él” (Juan 1, 15).

33. Como sabemos, Juan el Bautista, quien es mencionado por San Juan en este versículo 15 del prólogo, tenía como misión preparar el camino para el Mesías. Su testimonio señala que Jesús no es solo un profeta más, sino el cumplimiento de las promesas de Dios. También los versículos 6 a 8 señalan al Bautista como testigo de la luz: “Hubo un hombre, enviado por Dios, se llamaba Juan. Éste vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz” . Creo que como Arquidiócesis de Monterrey debemos seguir su ejemplo, siendo testigos humildes del Señor y guiando a las personas hacia la luz de la fe y la vivencia de las obras de misericordia. Urge que recuperemos el interés y el ánimo evangelizador, para transmitir la experiencia de la fe y pasar la estafeta de una generación a otra, como lo han hecho con nosotros. ¡Cuánto necesitamos de esa luz que es Cristo!

34. Les invito a ponernos todos a la escucha de Dios en este Año Jubilar. Por eso el eje de reflexión para nuestros Ejercicios Espirituales diocesanos, serán los evangelios dominicales del tiempo de Cuaresma, de tal modo que la Palabra siga “acampando” en nuestro interior y en nuestras comunidades. Incluso podríamos agregar a nuestro lema pastoral esta intención: “Caminando juntos con la mirada puesta en Jesús… para escucharlo”.

35. Les comparto que, poniéndome a la escucha de Dios y de la Iglesia, interpelado por la realidad que les he comentado y acogiendo el espíritu sinodal y jubilar, creo que Dios nos está llamando también a ser una “Iglesia de esperanza y esperanzadora”. Ayúdenme a confirmar esta moción durante este año, en el que dedicaremos un tiempo a revisar el avance de nuestro Plan de Pastoral y la preparación de su segunda etapa.

36. Este camino de discernimiento comunitario los invito a que lo hagamos encontrándonos en nueve encuentros eclesiales que nos permitan en conjunto conformar una auténtica Asamblea Jubilar Diocesana. Nos reuniremos quienes estamos al servicio de la Palabra, la caridad, la niñez, los adultos y familias, los hermanos mayores, los adolescentes y jóvenes, así como también los sacerdotes y los miembros de los consejos parroquiales y diocesanos. Sigamos abiertos al diálogo y sinergia con todas las personas de buena voluntad, para juntos hacer que resplandezca el amor de Cristo.

37. Pido a la Vicaría Episcopal de Pastoral que prepare lo necesario para acompañar, animar y articular este proceso de revisión y de escucha con estilo sinodal, tal como el mismo Papa Francisco lo ha pedido: "escucha de Dios, hasta escuchar con él, el clamor del pueblo; escucha del pueblo, hasta respirar en él, la voluntad a la que Dios nos llama" (Episcopalis Communio, 6). Estoy muy contento de que nos encontremos como compañeros de camino y peregrinos de esperanza, respondiendo como lo estamos haciendo al llamado de Dios de ser una Iglesia de Monterrey discípula, unida, misericordiosa y misionera, bajo la orientación de nuestro Plan de Pastoral y con la ayuda de Dios y de Nuestra Señora del Roble.

Conclusión.

38. No quiero terminar esta carta pastoral sin antes agradecer a quienes presencial y virtualmente se hicieron presentes el domingo 29 de diciembre pasado en la Apertura del Año Santo en nuestra Arquidiócesis. Fue muy emocionante y gratificante caminar juntos por la calle, peregrinando desde nuestro Santuario Sacerdotal del Sagrado Corazón hasta nuestra Catedral Metropolitana. Sus cantos espontáneos y muestras de alegría nos llenan a todos de esperanza. Saber que el Señor nació por nosotros, que se hizo carne “y acampó entre nosotros” (Juan 1, 14) es la noticia que cambió el rumbo de la historia y le sigue dando sentido trascendente.

39. Hagamos de nuestra Arquidiócesis una tienda de campaña donde acampe Jesús y extendámosla para que acampe todo aquél que lo necesite (cfr. Isaías 54, 2). Que esta Iglesia sea también esa casita sagrada que pidió la Virgen de Guadalupe para mostrar a Jesús, nuestro Salvador. Pidamos a la Santísima Virgen María, Nuestra Señora del Roble, que acogió con humildad el misterio de la Encarnación, que interceda por nosotros y nos guíe en nuestro caminar. Que su ejemplo de obediencia y entrega total a la voluntad de Dios nos inspire a vivir en constante comunión con su Hijo y a ser, como ella, portadores de la luz de Cristo en nuestras comunidades.

Venerable Padre Raymundo Jardón, ruega por nosotros.

Venerable Sor Gloria María de Jesús Elizondo, ruega por nosotros.

¡Virgen Santísima del Roble, cúbrenos con tu manto!

En comunión con los fieles laicos, consagradas y consagrados,

diáconos permanentes, presbíteros y obispos auxiliares.