Estimados hermanos, con esta celebración eucarística concluyo la visita pastoral en esta parroquia. Quiero, sobretodo, agradecerle a Dios esta oportunidad de poder ver y de poder sentir la fe de la comunidad; también agradecerle a Dios el buen ejemplo que me dan cada uno de ustedes, el ejemplo de los sacerdotes, religiosas y de ustedes los fieles laicos. Gracias por permitirme disfrutar la bondad de Dios en sus vidas.
En esta visita pastoral he podido pulsar la vida de la comunidad y considero que Dios es grande con ustedes, que la Palabra de Dios sigue viva en el corazón del pueblo, que sigue habiendo los buenos amores del cristiano: el amor a Cristo, a la Virgen, y el amor y cariño a sus pastores. En esta Misa la Palabra de Dios tiene una enseñanza que considero muy importante en la vida de las comunidades, el sentido auténtico de la ley de Dios.
Dice la Palabra “si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos no merecerían ser seguidores de Jesucristo”. La justicia debe de ser mayor no porque uno sea mejor, sin duda muchos fariseos y escribas se portaban muy bien, cumplían la ley. San Pablo decía “si ustedes presumen de cumplir la ley, yo también tendría que presumir”, la ley que nos dio el Señor fue para proteger el tesoro más grande que ha dado al ser humano: la capacidad de amar. Por eso dice el Señor que no basta no matar, sino es necesario amar, proteger la vida del hermano, hasta allá llega la voluntad de Dios, el mandato no sólo es prohibitivo, sino indicativo. El Señor da una indicación, cuando dice “no mates” también dice que cuides de no dañar la vida de un prójimo. No lo puedes matar porque es un ser semejante a ti, ambos son imagen viva de Dios. Cuando Caín mató a su hermano Abel, y el Señor lo encontró, le preguntó “¿dónde está tu hermano?” y respondió Caín “¿acaso soy yo guardián de mi hermano?”, él mismo responde lo que debería de ser. Tienes el deber de cuidarlo, de quererlo, de protegerlo, por eso no basta no matar, es necesario respetar, es necesario amar y consolar.
El Señor nos pide esto, el Papa Francisco cuando vino a México el año pasado en la Catedral nos dijo a los obispos que México tiene un desafío ético, es decir, tenemos el desafío de obedecer la ley de Dios, de respetar el mandato divino de portarnos bien, de no olvidar que Dios es el que nos pide cumplir su voluntad, y por eso nadie puede escudarse en otro, como lo dijo el profeta Ezequiel “nuestros padres comieron uvas agrias y a nosotros se nos destemplaron los dientes”. Eso es falso, no culpes a tus padres de lo que te toca a ti, el que comete un pecado es responsable él mismo de lo que hace, porque la responsabilidad es bien importante asumirla en la vida. Yo tengo que cumplir la ley de Dios, soy responsable con mi vida y de la vida de los demás.
Vamos a pedirle al Señor que en esta parroquia, oyendo la Palabra del Señor, protegida siempre por la intercesión de la Virgen María, de san Juan Diego y san Francisco, podamos caminar por las vías del amor y la justicia; somos responsables ante Dios de cada uno de nuestros hermanos, porque somos guardianes responsables de la vida de nuestros hermanos. Que Dios los bendiga manteniéndolos llenos de fe y no dejen de pedir por sus pastores, especialmente por mí, que tengo la tarea de predicar el Evangelio en esta Iglesia de Monterrey.