Con una emotiva celebración eucarística, familiares, amigos, alumnos y miembros de la comunidad eclesial despidieron a David Noel Ramírez Padilla, quien partió a la Casa del Padre. La misa exequial fue presidida por el Arzobispo de Monterrey, Mons. Rogelio Cabrera López, acompañado por obispos, sacerdotes y seminaristas, en un ambiente de gratitud y fe.
Durante su homilía, el Arzobispo destacó la profunda espiritualidad de David Noel, recordando que su vida estuvo marcada por tres grandes amores cristianos: Jesús en la Eucaristía, la Virgen María—especialmente en su advocación de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos—y su cercanía con la Iglesia, el Papa, los obispos y sacerdotes.
“Celebramos esta Eucaristía con David Noel; nosotros aquí en la Tierra, él con el Señor”, expresó Mons. Cabrera, subrayando que la liturgia de la Palabra no fue elegida especialmente para la ocasión, sino que, en coherencia con su vida de fe, se proclamó la lectura del día, la misma que se escucha en todas las iglesias del mundo.
𝐔𝐧𝐚 𝐯𝐢𝐝𝐚 𝐞𝐧𝐭𝐫𝐞𝐠𝐚𝐝𝐚 𝐚 𝐃𝐢𝐨𝐬
El Arzobispo hizo referencia a la parábola del sembrador, destacando que la vida y la muerte solo pueden comprenderse a la luz de la Palabra de Dios.
“El grano que cae en buena tierra representa a aquel que escucha la Palabra de Dios, la acepta y da fruto”, recordó el Arzobispo, asegurando que David Noel fue un hombre que vivió esta enseñanza en plenitud.
Asimismo, compartió que tuvo la oportunidad de acompañarlo en la última etapa de su vida, donde siempre escuchó en él un profundo asentimiento de fe: “Haré todo lo que esté en mis manos para recuperar la salud, pero si no, estoy de acuerdo con Dios”.
𝐔𝐧 𝐡𝐨𝐦𝐛𝐫𝐞 𝐜𝐨𝐧 𝐦𝐢𝐫𝐚𝐝𝐚 𝐩𝐨𝐬𝐢𝐭𝐢𝐯𝐚 𝐲 𝐞𝐬𝐩𝐞𝐫𝐚𝐧𝐳𝐚𝐝𝐨𝐫𝐚
El Arzobispo destacó el carácter propositivo de David Noel, recordando que siempre miró primero lo positivo, incluso en los momentos difíciles. “Siempre lo escuché hablar con esperanza sobre nuestro país y nuestra Iglesia, con una actitud de ánimo y compromiso con el bien común”, afirmó.
En su mensaje de despedida, Mons. Cabrera López encomendó su alma al Señor con un mensaje de confianza y esperanza: “Que Dios lo reciba en su Reino. Nosotros hoy lo presentamos como nuestro hermano y amigo. Si él nos quiso, nosotros también lo queremos. Esperamos vernos en el cielo con alegría, porque la Eucaristía, aunque hoy la celebramos con dolor, sigue siendo una fiesta de esperanza”.
Finalmente, el Arzobispo agradeció las muestras de cariño de todos los asistentes, especialmente de su familia, compañeros y exalumnos, quienes, con su presencia y oraciones, rindieron un último homenaje a quien fue un hombre de fe, entrega y amor por la Iglesia.