Misa Fiesta san José Obrero / Seminario de Monterrey / 1 de mayo del 2018
Estimadas hermanas y hermanos, seminaristas, hermanos sacerdotes. Con gusto nos reunimos este 1 de mayo a celebrar a san José. Tenemos muchas oportunidades de celebrarlo, pero lo hacemos de manera especial el 19 de marzo y este 1 de mayo. Este 1 de mayo con una connotación especial, celebramos al Carpintero.
Oyeron en el santo Evangelio, la gente se hace la pregunta, refiriéndose a Jesús ¿No es este, acaso, el hijo de un carpintero? Esta pregunta tiene muchas connotaciones, una, sin duda, muy evidente: el desprecio a un oficio.
Porque, es cierto, hermanas y hermanos, que nosotros categorizamos a las personas según el oficio que tiene, según la tarea que desempeña, no por lo que significa la persona.
Se nos olvida fácilmente que todo trabajo dignifica. Si bien es cierto que en el tema del trabajo hay muchas cosas que la historia nos ha enseñado, y unas muy reprobables, como el trabajo que esclaviza, como el trabajo que somete, como el trabajo que impide que las personas tengan crecimiento integral.
Gracias a Dios, en el mundo ha habido luchas laborales. Un 1 de mayo se recuerdan esas luchas laborales. Para que el trabajo tuviera su normativa, cuarenta horas de trabajo a la semana, no más, para poder equilibrar el desarrollo completo de una persona, para que pueda atender a su familia, para que pueda descansar, para que pueda formarse y aprender más.
Todo eso nosotros lo alabamos, estamos de acuerdo. Qué bueno que, a lo largo de la historia, ha habido luchas laborales para abolir la esclavitud, para quitar el trabajo forzado, para que no se ajuste el trabajo en los niños y en los adolescentes.
Qué bueno que eso ha ocurrido, el derecho de huelga, el derecho de pedir mejores condiciones laborales. Qué bueno que esto ocurre, y la Iglesia siempre lo ha valorado y lo ha aceptado, desde la revolución industrial a finales del siglo XIX hasta el día de hoy.
Hoy hay nuevos desafíos laborales, lo que ahora ha empujado el desarrollo tecnológico, las computadoras. En el siglo XIX multitudes de trabajadores perdían su empleo porque se tecnificaban las máquinas.
Ahora vienen algunas otras dificultades que, al mismo tiempo, que nosotros reconocemos la grandeza y la belleza del progreso humano, estamos muy contentos de que esté el internet, que ahora muchas cosas se manejen desde la computadora, pero también estamos en una crisis: la máquina o el ser humano.
¿Quién tiene preferencia? ¿Hasta dónde es lícito desplazar la mano humana para dejar paso a las computadoras? Es este el problema de nuestro tiempo.
Cuántos empleos se pierden ahora. Basta con que vayan a un aeropuerto para que vean cómo ahora solo dos personas atienden a los clientes y quedaron vacías todas las ventanillas donde antiguamente se atendía a los pasajeros.
Ahí hay una dificultad, ahí hay un problema, el desempleo, la falta de oportunidades para las personas. En este día del trabajo y que nosotros celebramos a san José carpintero, tenemos que volver siempre a la cuestión social, y a la dignificación que da el trabajo.
Un trabajo siempre debe ser digno porque cada persona es digna. Creo que en nosotros no debe caber la idea y la visión de clasificar a las personas de acuerdo al trabajo que desempeña. Qué penoso cuando alguien mira despreciativamente a quienes tienen los servicios más sencillos en una empresa o en una institución.
Esa es la realidad, esa pregunta que hicieron de san José sigue siendo presente en la sociedad. ¿No es, acaso, el hijo del carpintero? Esa pregunta, sin duda, es despreciativa.
Pero la Iglesia ha querido, a lo largo de los siglos, restablecer la dignidad de todo trabajo, porque quien lo hace es un ser humano, digno de respeto, de ser tomado en cuenta, de ser valorado.
A Jesús no le dio vergüenza ser hijo de un carpintero, y de esa manera nos enseñó a nosotros a valorarnos y a valorar a los demás.
Hoy que es el día del trabajo desde luego que estamos muy de acuerdo con las reivindicaciones laborales. Siempre hay que recordar que cuando hay crisis laboral, hay crisis de violencia, que cuando no se toma en cuenta a las personas, ellas van a luchas por reivindicarse.
Hoy celebramos a san José carpintero. Él dignifica su vida, y la vida de su Hijo y de María en el desempeño cotidiano de su trabajo, ganándose el pan de cada día, siendo útil, siendo creativo, siendo humilde.
Que el Señor nos permita a todos, de modo especial a un servidor, a ustedes hermanos sacerdotes, a los estimados seminaristas, a que aprendamos a ver a cada persona por lo que es y no por lo que hace, que valoremos a las personas por su dignidad, no por la importancia del trabajo que desempeñan.
Esto lo digo por mí y por ustedes, ya es tiempo de que nos veamos como hermanos de igual dignidad. La responsabilidad no necesariamente va unida al honor y a la exaltación. La responsabilidad significa servicio, ayudar y colaborar.
Vamos a pedir la intercesión de san José carpintero por todas las personas del mundo y, especialmente, por los de nuestra Arquidiócesis que tiene que trabajar, que encuentren un trabajo digno, bien remunerado y muy respetado.
Nos hace mucha falta recordar la dignidad del trabajo, pero también todas las condiciones humanas que se exigen para toda persona sea respetada, valorada y dignificada. Que Dios los bendiga.