Misa Consejo nacional de laicos / Catedral de Monterrey / 19 de mayo del 2018
Gracias por estar en Monterrey, hermanos y hermanas, fieles laicos que vienen con monseñor Faustino a esta reunión bien importante en este caminar de nuestra Iglesia católica. Gracias por estar en Monterrey.
Es providencial que su reunión ocurra en estas vísperas de Pentecostés. Hay que pedir siempre al Espíritu Santo que nos ilumine en el discernimiento, de cómo cumplir con la misión que Cristo nos ha encomendado.
Esa misión que es evangelizar, esa misión que es comunicar a otros el gozo del Evangelio. Pero que también tiene implicaciones culturales sociales. No cabe duda que vivimos un cambio cultural muy serio y que hay que responder en estas circunstancias a los desafíos de la fe.
¿Qué me llama la atención de este cambio cultural? En primer lugar, el pluralismo de ideas y de sentimientos que hay en la población. No es fácil determinar qué piensan los católicos y qué sienten en este momento de nuestro país. Un gran pluralismo de todo tipo.
Pero también percibimos distintos modos de pertenencia, unos se sienten más adheridos a la comunidad cristiana, otros dan un paso hacia atrás y miran a la Iglesia como una realidad ajena a ellos. Se convierten en expectadores de lo que ocurre dentro y fuera de la Iglesia.
Pero también, gracias a Dios, vivimos este momento en el que la sociedad aprecia, valora, el que seamos una gran comunidad humana que va modificando muchas cosas negativas.
Hay cosas muy loables del cambio social. A mí me agrada este cambio de percepción que termina con los racismos, que hacen tanto daño.
También hemos sido testigos de unas cosas negativas de tinte racista. Sin duda, que vivimos un cambio inpensado en el que tenemos que recomponer nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, e integrarlos a nuestra fe católica, al Evangelio, a nuestra misión.
Hoy la Palabra de Dios nos da dos claves que considero muy importantes en todo el trabajo que están haciendo en esta reunión del consejo nacional de laicos.
La primera es que la Iglesia siempre ha anunciado a Cristo siempre en condiciones desfavorables. Nunca hay un escenario totalmente cómodo para el anuncio del Evangelio.
Pablo está en la cárcel. Si bien, en domicilio, pero él sabe que tiene que anunciar a Cristo con ese limitante, arraigo domiciliario. Dos años arraigado, pero dos años anunciando a Cristo.
Es la primera clave de le lectura. La Iglesia sabe de condiciones desfavorables. Por eso nosotros no podemos espantarnos de lo que ocurre siempre y lo que ocurre hoy. No es fácil anunciar a Cristo. La misión se da en medio de persecuciones, de distinta índole, pero persecusiones.
En algunos lugares del mundo, persecución cruenta; en otros lugares, persecución moral. Ustedes sienten que las condiciones no son favorables para anunciar a Cristo. Y, a pesar de eso, dirá san Pablo, “la palabra de Dios no está encarcelada”. El Evangelio, aunque le pongan grilletes, no está detenido.
Segundo criterio para mí muy importante, es lo que oímos en el Evangelio. Jesús quiso que los discípulos permanecieran hasta que Él vuelva. No todo terminó con Pedro, ni con Juan, sino que, a lo largo de la historia, Cristo sigue llamando discípulos. Como le dijo a Pedro, “tú sígueme, si yo quiero que este discípulo permanezca hasta que vuelva, ¿a ti, qué?”.
Ustedes y yo somos herederos de los discípulos, recibimos la antorcha para correr con ella. Nos toca el relevo y tenemos que pensar qué estamos haciendo nosotros.
Los discípulos de Jesús antes que nosotros ya hicieron su parte. Unos, en medio de la persecución. Tantos laicos de la acción católica sufrieron la persecución en nuestro país.
Ellos ya hicieron su parte, ahora nos toca a nosotros. Porque Cristo quiere que esta Iglesia esté en el mundo hasta que Él venga, hasta la Parusía. Y ahora nos toca a nosotros ser discípulos misioneros en las actuales circunstancias del mundo y del país.
Que el Señor los ilumine en esa reflexión tan profunda que quieren hacer sobre qué nos toca hacer en este momento crucial de nuestro país. Mirar el escenario con serenidad. Siempre tenemos que escuchar la palabra de Jesús, “no tengan miedo”. Siempre tenemos que recordar esa palabra de Cristo.
Todo llamado vocacional lleva como premisa “no tengan miedo”. Así le habló el Señor a la Virgen María, “no tengas miedo”. También hoy que contemplamos este escenario y buscamos modos de participar, la primera cosa que les digo, en nombre de Cristo, “no tengan miedo”.
Confíen en Dios, pongan sus antenas bien sintonizadas para oír la voz de Dios en lo que nos pide en este momento histórico crucial. Vivimos tiempos nuevos, los discípulos de hoy tenemos que responder de acuerdo a este cambio cultural, a este mundo global, a este mundo plural, a este mundo contradictorio, que, por un lado, pareciera que supera muchas cosas, pero, por otro, persiste en sus errores y pecados.
Que Dios los bendiga. Sepan que cuentan siempre con esta Iglesia de Monterrey. Así es que ustedes son bienvenidos a esta Catedral. Aquí ha habido manantiales de santidad y sigue corriendo en esta Catedral el manantial del Evangelio. Que Dios los bendiga.