“El padre de los migrantes, de tranquilidad, y del buen humor”
Este pasado miércoles 18 de septiembre, en las capillas Raymundo Sánchez, se llevó a cabo la celebración de la Santa Misa, para despedir y encomendar al padre Jesús Garza Guerra, quien fue llamado a la casa del padre el pasado martes 17 de septiembre.
La celebración fue presidida por Monseñor Cesar Garza Miranda, Obispo Auxiliar de Monterrey, quien en su mensaje recordó al padre Guerra por su atención a los hermanos migrantes.
“El padre Jesús tuvo la bendición de conocer de modo particular y sobre todo en el servicio en su ministerio, lo que significa el amor, fue muy conocido en la comunidad y en el presbiterio por su sensibilidad y atención a los migrantes”.
“Fue el primero que inició con obra de misericordia en nuestra diócesis para darnos una idea de la capacidad sensible, de ese amor y de ese espíritu que el Señor le había compartido”, añadió.
Posteriormente, Monseñor Juan Carlos Castillo, párroco de Nuestra Señora de Guadalupe en Guadalupe, compartió su experiencia con el padre Garza Guerra.
“Estaba yo en un periódico trabajando antes y en ese entonces tuve la oportunidad de conocerlo, traía el padre Jesús Guerra en su corazón y con todo su entusiasmo, un movimiento en favor de los niños, en el cual trabajaba incansablemente. Le decía yo en ese entonces: “padre, es mucho trabajo y luego a los niños se les va a olvidar”, a lo que él me respondió “no, no te creas, se les va a quedar en el corazón”.
“Después, ya que ingrese al Seminario como alumno, él dirigió los primeros ejercicios espirituales que hacía en el Seminario Menor como alumno, habíamos entrado en septiembre y en enero teníamos los ejercicios espirituales, entonces predicó el padre Jesús Garza Guerra y el padre Jesús Salazar, (que ya han de estar los dos allá en el cielo platicando, tirando la buena onda) y nos dieron los ejercicios espirituales. El padre Garza Guerra en su predicación insistía: “vale la pena entregar la vida por Cristo” y yo de ‘música’ fui y le dije: “¿Seguro?, ¿Seguro que vale la pena?”, y él me respondió: “Sí Castillo” (así me decía), “vale la pena”, y después de 43 años puedo decir que vale la vida dar la vida por Cristo”.
“Cuando lo trataba, lo veía, siempre estaba el padre de buen humor, tranquilo, muy en paz, no porque no tuviera trabajo, sino porque así era él y así fue, el padre de la tranquilidad y el padre del buen humor”, añadió.
Finalmente, el Monseñor Armando Padrón Corral, realizó las últimas oraciones para encomendar a Dios el alma del padre Garza Guerra.