En un acto de profundo compromiso eclesial, el pasado jueves 10 de abril se llevó a cabo la profesión de fe y el juramento de fidelidad de dos nuevos colaboradores en la Vicaría para la Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica de la Arquidiócesis de Monterrey.
La Srta. Jessica Guerra Palomo, OVC., y el R.P. José Gerardo Reyna García, Mfj., pronunciaron ante Mons. Fray César Garza Miranda, OFM., el juramento de cumplir fielmente el oficio encomendado, así como de guardar el debido sigilo respecto a los asuntos que por su naturaleza lo requieran. Esta profesión se realizó según la costumbre de la Iglesia.
La Srta. Jessica Guerra Palomo fue nombrada Delegada Episcopal en la Vicaría para la Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica por el Arzobispo de Monterrey, Mons. Rogelio Cabrera López, el pasado 2 de febrero.
En su nombramiento, se le encomienda ser presencia viva del pastor en los institutos de vida consagrada, especialmente femeninos, promoviendo la comunión eclesial, el respeto por los carismas particulares y su integración en la vida pastoral diocesana.
Además, compartirá con el arzobispo su potestad ejecutiva en el ámbito de la vida consagrada, con facultades que abarcan desde la realización de visitas canónicas y la supervisión de monasterios de clausura, hasta la aprobación de estatutos y la concesión de licencias y dispensas, siempre con consentimiento presunto o explícito del pastor diocesano.
Por su parte, el P. Gerardo Reyna García fue nombrado Provicario Episcopal para la Vida Consagrada, también el 2 de febrero. En el documento firmado por el Arzobispo Cabrera López, se le otorga potestad ordinaria para colaborar activamente en el gobierno pastoral de la diócesis en lo relativo a la vida consagrada, en coordinación con el vicario episcopal y el equipo de la vicaría.
De manera particular, el padre Reyna ejercerá plena potestad ejecutiva para actos administrativos dentro de este ámbito, actuando por delegación del arzobispo o del vicario episcopal cuando se trate de asuntos relacionados con la vida consagrada masculina.
Este acto, además de ser un momento solemne de fidelidad a la misión eclesial, representa un signo del compromiso de la Arquidiócesis de Monterrey con la vida consagrada, su promoción, acompañamiento y plena integración en la vida de la Iglesia local.