“𝑴𝒐𝒏𝒕𝒆𝒓𝒓𝒆𝒚 𝒏𝒆𝒄𝒆𝒔𝒊𝒕𝒂 𝒂𝒎𝒐𝒓, 𝑴𝒐𝒏𝒕𝒆𝒓𝒓𝒆𝒚 𝒏𝒆𝒄𝒆𝒔𝒊𝒕𝒂 𝒔𝒆𝒓 𝒒𝒖𝒆𝒓𝒊𝒅𝒐“.
La mañana de este sábado 12 de agosto, los fieles de la Arquidiócesis de Monterrey, peregrinaron como cada año de la Glorieta de Peralvillo a la Basílica de Guadalupe en el Tepeyac.
Entre cantos, porras y el rezo del Santo Rosario los fieles se fueron acercando poco a poco hasta llegar al Tepeyac.
En la homilía de la Santa Misa celebrada a los pies de la Imagen de nuestra Madre, el Arzobispo de Monterrey, Mons. Rogelio Cabrera López, invitó en un primer momento, a tener presentes a todos los que forman parte de nuestra sociedad, incluyendo en las oraciones a nuestras autoridades civiles.
“En la iglesia de Monterrey se hace presente en esta nuestra casa, en la casa de Dios, la casa de María de Guadalupe. Hemos venido en esta peregrinación el nombre de la iglesia en Monterrey, somos un pequeño grupo, pero muy representativo”.
“Allá nuestra Arquidiócesis, están las hermanas y hermanos cada uno viviendo diversas situaciones, entre alegrías y tristezas, entre éxitos y fracasos, no olvidemos tenerlos presentes en esta eucaristía, a todos sin excepción”.
Además en su mensaje el Arzobispo resaltó el gran amor que Dios nos tiene y nos llama a la conversión.
“Ninguno perecemos el amor de Dios, ninguno merecemos estar aquí, con su madre la Virgen María, pero lo que nos recibe aquí es por amor, no hay otra razón. El que ama perdona, el que ama soporta mucho, el que ama tolera y lo que el Señor nos pide Él lo hace”.
“Cristo nos ama con una medida, con una generosidad que no podemos imaginar, pero que los llama a la conversión, es un amor que al sentirlo la vida cambia”.
Monseñor Cabrera realizó también una invitación a amar como Dios nos ama:
“Monterrey necesita amor, Monterrey necesita ser querido y cuando digo Monterrey lo digo de todos nosotros. Se necesita vivir en paz, en cordialidad. Nos duele la violencia, nos duele la desunión de las familias, nos duele la pobreza, nos duele la injusticia, pero Dios nos ama”.
Finalmente, el Arzobispo invitó a orar por la lluvia, por las vocaciones y por todos los que sufren.