Ciudad del Vaticano (www.pastoralsiglo21.org) 21 de marzo del 2017.- En la misa de hoy celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta, el Papa Francisco habló de tomar en serio la confesión para que el sacramento tenga su efecto.
Se necesita la oración, el arrepentimiento y la vergüenza, dijo, y también hay que ser conscientes de la maravilla que Dios realiza en nosotros con su misericordia, para que, a nuestra vez, podamos ejercerla con los demás.
“Si yo pregunto: ‘¿Pero todos ustedes son pecadores?’. –‘Sí, padre, todos’–. ‘¿Y para obtener el perdón de los pecados? –‘Nos confesamos’–. ‘¿Y cómo vas a confesarte?’. – ‘Bueno, yo voy, digo mis pecados, el sacerdote me perdona, me dice que rece tres Avemarías y después vuelvo en paz’–. ¡Tú no has entendido! Tú solo fuiste al confesionario a realizar una operación bancaria, a hacer un trámite de oficina. Tú no fuiste avergonzado allí por lo que hiciste. Viste algunas manchas en tu conciencia y te equivocaste, porque creíste que el confesionario era una tintorería para sacar las manchas. Fuiste incapaz de avergonzarte de tus pecados”, expresó.
En el confesionario no se debe robar un perdón ficticio, sino ser conscientes de la misericordia divina
“De lo contrario, sales, encuentras a un amigo, a una amiga, y comienzas a hablar mal de otro, y sigues pecando. Sólo puedo perdonar si me siento perdonado: si tú no tienes conciencia de ser perdonado, jamás podrás perdonar. Jamás. Siempre está esa actitud de querer hacer las cuentas con los demás. El perdón es total. Pero solo se puede hacer cuando yo siento mi pecado, me avergüenzo, tengo vergüenza, y pido perdón a Dios, y me siento perdonado por el Padre. Y así puedo perdonar. Si no, no se puede perdonar, somos incapaces de ello. Por esto el perdón es un misterio”, dijo.
Cuántas veces, dijo, “saliendo del confesionario sentimos esto, sentimos que nos salvamos, pero esto no es recibir el perdón, sino hipocresía de robar un perdón, un perdón ficticio.
“Pidamos hoy al Señor la gracia de entender este ‘setenta veces siete’. Pidamos la gracia de la vergüenza ante Dios. ¡Es una gran gracia! Avergonzarse de los propios pecados y así recibir el perdón y la gracia de la generosidad de darlo a los demás, porque si el Señor me ha perdonado tanto, ¿quién soy yo para no perdonar?”.
Equipo Editorial de Pastoral Siglo XXI