Fiesta patronal Nuestra Señora de Guadalupe, Salinas Victoria, N.L. / 09 de diciembre del 2017
Quiero agradecer a ustedes, la comunidad, a los sacerdotes y a los restauradores, Selene y Ricardo, porque trabajaron para que pronto estuviera esta imagen dispuesta para la contemplación y veneración.
Qué bueno que coincidió con la fiesta de San Juan Diego. Él fue el portador de esta bellísima imagen. Gracias al “sí” de Juan Diego, nuestro país pudo conocer el mensaje cristiano. Ustedes, a lo largo de la vida, han ido conociendo lo que significa esta imagen, todo el lenguaje que expresa a través de cada detalle.
Por eso, los misioneros y muchos, a lo largo de la historia de México, han recibido el mensaje de la fe. Porque la Virgen María es portadora del mensaje de Cristo. Nadie que viene a María puede no mirar a Cristo, su Hijo, como el que mira al Hijo también ve a su Madre. En la fe católica, siempre diferenciando la categoría divina de Jesús y la realidad humana de la Virgen María, vemos ahí cómo la gracia de Dios es tan grande. Y si, de alguna manera, su gracia brilla en la comunidad, es de modo privilegiado en la Virgen María.
¿Qué significa para nosotros el mensaje de nuestra Señora de Guadalupe? Hoy celebramos a San Juan Diego, el que la miró y el que fue visto por María. Porque en ese misterio de la presencia de Santa María Virgen entre nosotros, comienza siempre con una mirada.
Como hoy, también el Evangelio habla de una mirada (Mt 9,35–10,1.6-8). Dice el Evangelio, “Jesús miró a la multitud y sintió compasión de ellos porque se dio cuenta que andaban como ovejas sin pastor”.
Esa es la mirada de María. Ella aprendió de Jesús a mirar con compasión a todo ser humano, a compartir el dolor y el sufrimiento que cada persona tiene. Dice el Evangelio que había toda clase de gente que sufría, enfermos, endemoniados y paralíticos. Jesús los ve y se compadece de ellos.
Esa es la mirada de María. Miró con compasión a nuestro pueblo representado en el indio Juan Diego. Fue una mirada de libertad, cercanía y amor. México es otro a partir de ese acontecimiento. No hubiera podido penetrar el amor a Cristo y al Evangelio si no hubiera sido por esta mensajera, la Virgen María.
Ella es la mensajera que lleva a Cristo a la humanidad. Recuerdan aquella escena cuando María corre presurosa a visitar a su prima Isabel. Isabel, llena del Espíritu Santo, dice, ¿De dónde a mí que la Madre de mi Señor venga a verme? (Lc 1, 43). Porque a donde va la Virgen, va Jesucristo. Ella nunca va sola, siempre lleva a Jesús.
Y por eso Ella es la mensajera, la proclamadora del Evangelio. Y, ¿qué es el Evangelio? Decirte que Dios te ama, que Dios te quiere, que cualquiera que sea tu situación, de pecado o de cualquier otra realidad, siempre Dios te ama. Su amor es incondicional.
Solo el amor de Cristo nos pone a todos en el mismo nivel. Porque todos, para Él, somos hijos de Dios y hermanos entre nosotros. Ya no hay personas de una categoría alta y otros de categoría ínfima. A partir de la proclamación de Cristo todos nos reconocemos como hermanos, como iguales, incluso, el que es malo y perverso, no pierde su dignidad de hijo de Dios. Jesús dice, “mi Padre hace salir el sol para buenos y malos” (Mt 5, 45).
El mensaje del Tepeyac, es el mensaje del Evangelio. Desde ese momento, nosotros vamos entendiendo, poco a poco, a pesar de nuestros egoísmos, a pesar de que nos gusta diferenciar a la gente, vamos aprendiendo a mirarnos como hermanos.
Por eso, contemplar la imagen de nuestra Señora de Guadalupe, es recuperar que somos una Iglesia, en el que todos, sin excepción, se sienten amados por Dios. Porque Ella es la Madre del amor.
Hoy el profeta (Is 30,19-21.23-26) anunciaba ese acontecimiento de la Encarnación de Cristo. Y esa es la gran experiencia que tiene la humanidad. A partir de que Cristo se encarnó, ya podemos decir, “hemos visto a Dios”. Y la Virgen María nos ayuda con sus ojos a mirar a Cristo, el Señor.
Que Dios bendiga esta comunidad, para que siga creciendo en la fe, en el amor a Dios y el amor en cada prójimo. Que Dios bendiga la comunidad y, cuando vengan y miren el rostro de María, siéntanse vistos por Ella y también ustedes, regrésenle una mirada de amor. Que el Señor nos acompañe a todos. Nos preparamos para las fiestas de Guadalupe y para contemplar el misterio del nacimiento de Cristo.