Durante la misa de Navidad, el arzobispo de Monterrey, Monseñor Rogelio Cabrera López, reflexionó sobre el significado profundo del nacimiento de Jesús, invitando a los fieles a meditar sobre tres pilares esenciales que trae consigo esta festividad: la sencillez de las señales divinas, el llamado a la paz y la importancia de la esperanza.
En su homilía, Monseñor Cabrera destacó las señales que los ángeles dieron a los pastores en la noche del nacimiento de Jesús: “Un niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre”. Según el prelado, estas señales no son espectaculares ni grandiosas, sino profundamente sencillas, como lo son las cosas más bellas de la vida que muchas veces pasamos por alto.
La señal del pesebre: el pan de vida
El arzobispo subrayó la riqueza simbólica del pesebre como un lugar de alimento: “En el pesebre ya se evoca un signo que Jesús declarará años después: ‘Yo soy el pan de vida’. Desde su nacimiento, Cristo nos muestra que Él es el alimento espiritual que la humanidad necesita”. Además, resaltó el significado etimológico de la palabra “Belén”, que significa “casa del pan”, para enfatizar el propósito de Jesús como sustento divino.
El mensaje de paz: un anhelo universal
Monseñor Cabrera recordó el canto de los ángeles que proclamaron: “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”. Explicó que el nacimiento de Cristo tiene un doble propósito: glorificar a Dios y traer paz al mundo. Sin embargo, reconoció que la humanidad sigue enfrentando guerras y conflictos, una realidad que contrasta con el mensaje de paz que Jesús nos dejó.
“El Papa nos ha pedido en estos días que recemos por la paz en lugares como Oriente Medio, Ucrania y Rusia, y también en nuestro país, donde seguimos enfrentando altos índices de violencia. La paz es una tarea diaria, un llamado que Cristo nos hizo desde su nacimiento”, dijo el arzobispo.
La esperanza, el rostro de la fe
De cara al próximo Año Jubilar 2025, Monseñor Cabrera exhortó a los fieles a pedir a Dios el don de la esperanza, especialmente en un contexto de crisis emocional y desánimo que afecta a muchas personas. “La esperanza es el rostro de la verdadera fe. Cristo vino a darnos motivos mayores para vivir, para superar nuestras dificultades, y para recordar que nuestra meta final es el cielo”, afirmó.
El arzobispo concluyó su mensaje invitando a la comunidad a valorar las sencillas señales de Dios y a reconocer el amor que recibimos de nuestras madres, símbolo del cuidado y cariño que todos los seres humanos merecen. Finalmente, expresó sus mejores deseos para los presentes: “Que Dios les bendiga y les deseo una feliz Navidad llena de esperanza, paz y gratitud”.