V aniversario misión Juárez / 13 de mayo del 2018
Estimados hermanas y hermanos: hace, aproximadamente, cinco años, cuando un servidor tenía pocos meses de haber sido nombrado arzobispo de Monterrey, tomamos la iniciativa de fomentar la misión en este municipio de Juárez.
En esa ocasión iniciamos cinco nuevas parroquias. Gracias a Dios y al esfuerzo y trabajo de todos ustedes, fieles laicos, religiosas, sacerdotes, toda esta zona ha ido creciendo en la fe, la esperanza y la caridad. Y, gracias a Dios, de tres parroquias que había hace cinco años, ahora son diez parroquias. Esto es, sin duda, señal de la fertilidad pastoral de este municipio.
El día de hoy, para la mejor convivencia y para el trabajo mejor organizado, quisimos hacer de un decanato, dos decanatos. Muy pronto daré a conocer el nombre del decano de cada uno de los dos.
Así es que con mucha alegría y, desde luego, agradecido con Dios y con ustedes, estoy muy satisfecho de todo el trabajo pastoral que se está realizando.
Aunque las cinco parroquias que iniciamos hace cinco años lo hicimos en la fiesta de Pentecostés, ahora quise tener este encuentro en la fiesta de la Ascensión. Hoy la Iglesia recuerda el mandato de Cristo, “vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio”.
Este mandato la Iglesia lo toma muy a pecho, muy en serio, y en casi ya dos mil años, la Iglesia no se ha detenido nunca en ir a predicar el Evangelio.
Hoy también, en la Ciudad de México, con motivo de la fiesta de la Ascensión, se dio a conocer el Proyecto Global de Pastoral que propone la Conferencia del Episcopado Mexicano. Ya después, con calma, y habiéndolo dado a conocer al presbiterio, también lo daremos a conocer a todo el pueblo de Dios.
El objetivo de ese proyecto de pastoral es que todos tengamos a la vista a dos Personas: a Cristo Redentor, en el año 33 celebraremos dos mil años de la Redención el misterio Pascual, dos mil años de la Ascensión, dos mil años de Pentecostés. Aunque algunos, a lo mejor, no podamos vivir ese jubileo, ya nos jubilamos desde ahora por el regalo que Dios ha hecho a través de Cristo Redentor.
También en la mirada de todos está la Virgen de Guadalupe. El año 31 vamos a celebrar los 500 años de las apariciones de la Virgen de Guadalupe. Es así que el proyecto pastoral de la conferencia, por lo tanto, de todo el país, estará centrado en esos años jubilares en las Personas de Cristo y la Virgen María.
Hoy, pues, estamos muy contentos de que este municipio de Juárez vaya creciendo en la fe, que el Evangelio llegue a todos, a toda criatura, a toda persona, a todo ser humano. Esa es la tarea de ustedes y de nosotros, difundir el amor a Cristo y el amor a su Palabra y su Evangelio.
Quiero fijarme en las tres pautas que nos ha dicho san Pablo a propósito de este acontecimiento. Él dice que la evangelización tiene tres cosas muy importantes: es una llamada, una vocación.
Cuando oímos la Palabra del Señor, cuando escuchamos el Evangelio, es una llamada a seguir a Jesús, a ser discípulos de Cristo.
La predicación no es un adoctrinamiento, no es la difusión de una idea o una ideología, la predicación es un llamado a ser discípulos de Cristo.
Si ustedes leen el paralelo de este Evangelio en san Mateo, ahí dirá que la predicación es primero para ser discípulos, somos seguidores de una Persona, de Jesús.
Primero, la predicación es un llamamiento, no es un cúmulo de normas de conducta. Lo decía el papa Benedicto XVI, “el cristianismo no es un conjunto de leyes y normas que hay que cumplir, no es una doctrina que hay que difundir, es un acontecimiento, la Persona de Cristo”. La misión es esa: que las personas conozcan, que amen y sirvan a Jesús.
Segunda realidad de la predicación, de la evangelización y misión: estamos llamados a vivir en comunión. Nadie es llamado a vivir solo, nadie es llamado a la fe solitariamente. Somos llamados a integrarnos en una comunidad, en una familia. Por eso dice san Pablo, “un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre”.
Somos llamados a vivir en comunidad, en unidad. Y por eso la Iglesia nos propone estas formas de vivir en comunidad. Por eso tenemos la parroquia, tenemos el decanato, tenemos la zona, y, sobretodo, la Iglesia diocesana.
Hay que vivir la fe en comunidad, nadie que permanezca solo. Hace falta vivir y experimentar la vida de familia la comunidad. Estamos llamados a vivir en comunión, en comunión con Dios, en comunión entre nosotros.
La tercera cosa que hoy nos enseña san Pablo, la misión tiene también muchos carismas. Es decir, el Señor le da a cada uno las cualidades para que pueda servir a la Iglesia y de un modo siempre diferente.
La Iglesia es como un florilegio, como un ramo de flores de distintos colores, pero bellamente integrado. Por eso dice el apóstol, “a unos los llamó a ser evangelizadores, a otros los llamó a ser pastores, a otros les llamó a ser doctores”, etcétera.
Cada uno tiene un modo de participar en la Iglesia, y tenemos que ir descubriendo, poco a poco, los carismas, es decir, las cualidades que el Espíritu Santo nos regala a cada uno.
Nadie diga, “yo no tengo nada que aportar a mi comunidad, yo no tengo que hacer en la Iglesia”. Todos tenemos una parte en este Cuerpo que es la Iglesia.
Cuando santa Teresita de Lisieux se preguntaba preocupada, “¿cuál es mi lugar en la Iglesia?” El Señor le permitió descubrir, y dice ella “quiero ser el corazón de la Iglesia, porque el Señor me llama a amar, seré misionera amando”. Ella nunca salió de su casa, ella nunca traspasó las puertas del convento y es patrona de las misiones. Porque la misión, cada uno, la desempeña de acuerdo a sus propias cualidades.
Alguien irá al África, al Asia, alguien evangelizará en García. Dondequiera que haya una persona se requiere un misionero. Cada uno debe descubrir cuál es su tarea y hacerlo con entusiasmo.
Así, pues, la misión de la Iglesia comporta tres cosas bien importantes: la vocación, la comunión y la misión. De esa manera responderemos al mandato de Cristo, “vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio”.
Vamos a apresurar el paso en este municipio de Juárez. La gente necesita conocer a Cristo. No solo los sacerdotes lo deben hacer, es tarea de todos. En su casa, en la calle, en el trabajo, dondequiera que estén, ahí hay que vivir la misión, ahí hay que transmitir el amor a Cristo y el amor a su Evangelio.
Así, pues, nuevamente hoy recordamos a los párrocos de este municipio de Juárez de las diez parroquias para que aceleremos el paso. Hay que trabajar muchísimo, de modo incansable. Porque nadie puede morir sin conocer a Jesús.
Que esa sea nuestra meta, que nadie muera antes de conocer a Cristo. Y esa es nuestra responsabilidad, esa es nuestra alegría, ese tiene que ser nuestro deseo.
Así, pues, comunidades de Juárez a caminar, a salir a hablar de Jesús, a dar testimonio de su Nombre, a vivir con alegría, con decisión, porque el Señor mismo es quien nos envía, “vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura”.