Estimadas hermanas y hermanos.
Primero agradezco su presencia en esta santa misa; pidamos por su comunidad parroquial. He venido a hacer la visita pastoral, a saludarles, a escuchar el caminar de su parroquia y es una oportunidad de compartir algunos pensamientos que pasan en mi mente. Mi visita coincide, providencialmente, con la vigilia de la solemnidad de los santos Apóstoles Pedro y Pablo. Ya la liturgia de esta tarde es a propósito de esa solemnidad.
El servicio que su Obispo presta a esta Iglesia de Monterrey es una participación del ministerio apostólico. Y en esta tarea apostólica tenemos que Pedro y su sucesor son la cabeza de este colegio apostólico. La visita pastoral quiere ser la oportunidad de crecer en unidad o, como decimos ahora, en comunión. Esta comunión de Iglesia que tiene dos pilares: el del amor y el de la misión. Se fijaron en el Evangelio cómo Jesús le preguntó tres veces a Pedro “¿me amas?”, y después de cada respuesta Cristo le dice cuál es la misión: apacienta, pastorea. Porque la comunión eclesial se da de esa doble manera.
¿En qué nos preside el sucesor de Pedro? En la caridad y en el amor, pero también, en la misión. Y así tiene que darse la comunión eclesial en cada Iglesia particular, en cada diócesis. La primera tiene que ver con el afecto, con el sentimiento, con la simpatía y con la empatía. Para estar unidos se requiere caerse bien. Si alguien no me cae bien, si no siento simpatía, es muy difícil que haya comunidad y comunión.
Por ello decía el Papa Pablo VI cuando le preguntaron en qué consistía la comunión eclesial, primero dijo que es afectiva, el afecto filial, el afecto fraterno y el afecto paterno. El Papa y el Obispo están llamados a ser padres, hermanos y amigos, ahí se da esta afectividad, que es muy difícil porque ahora somos muy dados al prejuicio. Antes de conocer una persona ya tenemos un juicio acerca de ella, tan solo con verlo decimos “me cae bien” o “no me cae bien”. La primera cosa en la comunión eclesial es caernos bien. Cuando a un fiel no le caiga bien su Obispo, pídale a Dios que le caiga bien, porque es necesario que así sea.
Lo segundo es la comunión en la misión. Un Obispo recibe una misión que el Papa le encomienda. Yo estoy como Obispo de Monterrey porque el Papa me nombró. No estoy porque yo haya querido, sino porque me designaron para esta Iglesia. Lo mismo su párroco y su vicario, ellos reciben la misión por su Obispo. Porque la misión es un envío que hace quien tiene que enviar y ahí tiene que haber comunión. Yo acepto la misión que me dan, la acepto con gusto y pongo todo lo que está de mi parte en lo que me encomiendan. Estamos para ser enviados, para hacer lo que Dios nos pide realizar. Por eso la comunión es afectiva y es efectiva. Tiene que ver con el cariño el respeto y el afecto, pero también con el trabajo apostólico. Si yo digo que me cae bien el Papa pero no hago mi misión ¿de qué me sirve? El cariño y el trabajo tienen que ir juntos, y así se hace la misión correcta.
Al visitarlos quiero invitarlos a vivir en comunión. El mundo nos quiere divididos y el diablo no quiere que nos caigamos bien; por eso siempre pedimos por la comunión eclesial. Todas las veces que vienen a misa pedimos por el Papa y por el Obispo. Venimos a pedir para que haya comunión, unidad en la Iglesia, para que el Espíritu Santo guíe y fortalezca a los pastores y así podamos conservar la unidad de la Iglesia. Pidan ustedes siempre, además de hacerlo en misa, en otros momentos por el Papa, por su servidor, el Obispo, para que podamos llevar adelante bien la misión que nos ha sido encomendada. Y pidan por nosotros, también, porque el diablo se mete más con nosotros. No crean que está tan fácil. Pero con la ayuda del pueblo de Dios, con la oración la Iglesia camina hacia adelante, se mantiene unida en comunión; comunión en el amor, comunión en la misión.
Vamos a buscar la manera de que la Iglesia de Monterrey, que esta parroquia de nuestra Madre Santísima de la Luz se mantenga unida, porque la unidad de la Iglesia comienza en la parroquia. Es la unidad más pequeña de la Iglesia. Aquí tienen que luchar ustedes por mantener la unidad, por perdonarse, por apoyarse unos con otros junto con sus sacerdotes. Porque habrá unidad en la Iglesia diocesana y en la Iglesia universal en la medida en que esa unidad se viva en la parroquia.
No dejen de pedir por mí para que les caiga bien y también para cumplir con mi misión. Después de que Jesús le dice a Pedro “¿me amas?, apacienta mis ovejas”, al final le dijo “sígueme”. La comunión se fortalece en la vocación. La vocación que tenemos es la misma, estamos llamados a ser santos. Solo en la santidad se vive la comunión.
Que Dios los bendiga.