Homilía en la Parroquia La Santa Cruz en San Nicolás. (Para ver más fotos haz click aquí)
Hermanas y hermanos me da mucho gusto acompañarles en esta Eucaristía en la que queremos resaltar el lugar que tiene este misterio de nuestra fe. Han tomado la iniciativa de arreglar la capilla del santísimo, disponerla para la oración perpetua, para que interceda el pueblo por el pueblo, y esto nos da ocasión de recordar cuál es la misión de su parroquia. La parroquia tiene tres tesoros que le ha entregado el Señor Jesús: el tesoro de su Palabra, el tesoro de la Eucaristía y el tesoro de los hermanos pobres. Dios ha querido hacerse presente de ese modo.
Cuando escuchamos la Palabra del Señor nos transporta inmediatamente a la Eucaristía, porque el lugar privilegiado de la Palabra es la mesa eucarística. Cuando celebramos la Eucaristía también la Iglesia nos hace presente la otra mesa: la mesa del pan de cada día; y también nos exige preparar otra mesa, para que ningún hermano muera de hambre. Esas tres realidades o tesoros que Cristo entrega a su Iglesia, y que la parroquia tiene que cuidar, tiene que animar y proponer, me da gusto que en su parroquia esto sea una realidad. Hace un momento tuve la oportunidad de mirar cómo quedará la capilla del santísimo, fui a ver también la casa de pastoral social en la cual se atenderán a los hermanos que la necesitan. Es así como la Iglesia vive esos tesoros que Cristo le ha dado, tesoros de su presencia. En la asamblea diocesana anterior les decía a todos que estos tres tesoros comportan también tres obligaciones o códigos de conducta: estamos bajo el código del Evangelio, el código de la Eucaristía y el código de los hermanos en la caridad.
El Señor, en el Evangelio, nos dice cómo tenemos que vivir. Estamos bajo el código eucarístico, en la Misa el Señor nos dice cómo podemos vivir como Iglesia, vivir la comunión, así como entramos en comunión con el cuerpo y la sangre de Cristo también la comunidad vive en comunión; ninguno de nosotros puede pensar que la fe cristiana sea individual, que sea tan intima y espiritual que no tenga que ver con los demás hermanos; el código eucarístico es de vida comunitaria y por eso los esfuerzos de que, siguiendo este mandato eucarístico, todos ustedes tengan la manera de experimentarse como hermanos en comunión. El tercer código es el de la caridad, el de la preocupación por los más necesitados; la Iglesia así lo ha entendido siempre, como un código especial, de tal manera que, por ejemplo, cuando se trata de canonizar a un santo o a una santa se revisa la práctica de esta virtud, escucharon que el papa Francisco aprobó la causa del Padre Raymundo Jardón y un punto de revisión fue su caridad, que queda testimoniada a través de escritos, de ejemplos de la que un santo dio testimonio. La Iglesia está siempre bajo éste código, tanto que si la Iglesia no vive estos mandatos no sería Iglesia, el mandato de la Evangelización, de la comunión eucarística y la caridad solidaria. Me da gusto que su parroquia dirigida por su párroco Ernesto y secundada por el Vicario Luis Fernando estén bajo estos tres códigos de conducta.
La palabra de Dios nos pone frente a la grandeza y belleza eucarística y quiero concentrarme en este punto que es el que nos reúne. El Papa Juan Pablo II hizo una bella síntesis de lo que es la Eucaristía y me llamó la atención los tres elementos con los cuales explica su grandeza: es presencia, es banquete y es sacrifico. La Palabra que acabamos de escuchar, tanto del apóstol san Pablo como del Evangelio, nos habla de estos tres elementos de la presencia Eucaristía “yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”, y el Señor quiso hacerse presente en la Eucaristía, es el modo en que percibimos el misterio de su presencia, eta presencia que se prolonga en el sagrario. ¿Quién está presente?, el que ama, por mucho que uno dijera que quiere a una persona si no la ve, si no la visita, si no se hace presente no es verdadero amor, no es amor completo, por eso el Señor quiso estar presente. Es un banquete en el que se dispone la mesa del pan y el vino eucarístico, por eso toda Misa es siempre alegre, siempre cantamos, aún cuando es Misa de exequias, porque es el banquete gozoso de vivir como hermanos. El rasgo más fino y delicado la Eucaristía es el sacrificio de Cristo, el Señor derrama su sangre por nosotros, el pan y el vino son la señal, son el sacramento de su muerte y resurrección; hoy el Señor nos hablaba de este cáliz que tiene que ver con su sufrimiento, el habla del cáliz de su sangre, “si fuera posible que pasara este cáliz pero que no se haga mi voluntad sino la tuya”, este elemento tan importante que le da todo el sentido a la Eucaristía lo vivimos porque es amor, es presencia, es alegría. El amor exige dar la vida, ¿quién es el que ama? el que da la vida. Por eso esta iniciativa de renovar y proponer la adoración perpetua es una muy buena iniciativa que viene a coronar y fortalecer todo lo que la Iglesia tiene que vivir, ahí en el sagrario se fortalecerá la evangelización, ustedes que ahí están llamados a predicar a Cristo, también en la adoración personal y comunitaria van a buscar la comunión eclesial porque uno va a pedir no solo por las propias necesidades sino también por las del pueblo. Es la comunidad que pide por su comunidad, también se va a despertar en nosotros el sentido de caridad solidaria. El Señor así nos lo ha indicado y por eso nos ha mandado a servirle, por ello hay pastoral profética, litúrgica y social, el tripié en el que descansa la vida de su comunidad.
Pidamos unos por otros para que todo esto que tenemos que vivir, que tenemos que apreciar y de lo que tenemos que darle cuentas al Señor sea más vigente y más grande aquí en su comunidad. Que Dios los bendiga y que a los Padres les haga crecer en comunión para que ésta parroquia siga siempre my viva, porque en ella está el Señor presente y actuante. Yo confío siempre en la presencia divina, Dios nos ayudará siempre a buscar los mejores caminos en nuestra familia, sociedad y país. Que el Señor siga siempre presente en medio de nosotros y que podamos quererlo como Él nos quiere, y amarlo como Él nos ama.