24 horas con el Señor / Catedral Metropolitana de Monterrey / 9 de marzo del 2018
Estimadas hermanas y hermanos, un sencillo pensamiento después de haber oído la Palabra del Señor. Cada uno escucha esta palabra de acuerdo a lo que el Señor le permite vivir en este momento. Ya saben que me uno a las intenciones de ustedes, especialmente de la familia que han traído las cenizas del señor Gerardo. Nos unimos a esta petición poniendo siempre en las manos de Dios todo lo que somos, tenemos y pensamos.
Hoy la Palabra de Dios nos insiste en algo que pareciera muy fácil, oír. Sin embargo, oír no es solo un asunto físico, sino escuchar significa atender, significa aceptar lo que me están diciendo, valorar a la persona que está hablando y, sobretodo, hacer aquello que me están señalando.
Por eso la palabra “escuchar” tiene otra que siempre la acompaña, “obedecer”. La palabra “obedecer” en nuestra lengua proviene exactamente de la palabra “oír”. La palabra latina “audire”, oír y obedecer es escuchar alguien para hacer lo que te están diciendo.
En casa cuando uno es niño, si uno no hace caso a la mamá, dice, ¿no me estás escuchando? Sí oye uno, pero no escucha; sí oye uno, pero no obedece. Hoy el Señor Jesús nos recuerda qué importante es escuchar y nos repartió unas palabras del Deuteronomio, “escucha, Israel, el Señor es nuestro Dios, Él es el único Señor”.
Escuchar es obedecer. Y dos cosas nos dice el Señor que hay que escuchar y obedecer, “amar a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos”. Esos dos mandamientos resumen toda la ley y los profetas, es decir, todo lo que Dios ha revelado se resume en esos mandatos.
Vamos a pedirle al Señor eso que parece tan fácil y sabemos que a la hora de la hora no es tan sencillo, nos permita saber escuchar, es decir, saber obedecer a Dios.