Misa 25 aniversario CADAHC / Catedral Metropolitana de Monterrey / 22 de abril del 2018
Hermanas y hermanos, muy contento de celebrar con ustedes esta fiesta dominical. Hoy miramos a Jesús, el Buen Pastor. Ahí, frente a nosotros, tenemos al Crucificado. El Buen Pastor da la vida.
Celebramos hoy esta fiesta de Cristo, el Buen Pastor. Agradezco a Dios la feliz coincidencia de que agradecemos al Señor los 25 años de trabajo ininterrumpido de CADAHC, Ciudadanos en apoyo a los Derechos Humanos.
Agradezco la presencia de mis hermanos sacerdotes y de mi hermano Obispo, Raúl. A todos nos une la misma preocupación, el mismo deseo, el mismo sueño. Queremos identificarnos con Jesús, queremos ser como Cristo, el Buen Pastor, queremos aprender a dar la vida.
En este domingo, día de las vocaciones, el Papa Francisco sintetizó en tres verbos lo que Jesús y sus seguidores hacen por bien de la comunidad: escuchar, discernir y vivir. Son las tres tareas de los que nos decimos discípulos del Buen Pastor. Así aprendemos a dar la vida.
Escuchar. Qué difícil es sentarse a oír a la demás. Hay que escuchar los gritos, el dolor, el llanto, la desesperación, las vidas narradas por la gente. Saber escuchar, no tener prejuicios, no tener soluciones previas.
Oír como Cristo nos enseña. Dice Él, “mis ovejas escuchan la mi voz”. Él también nos escucha, nos conoce. La escucha es la actitud de quien ama, de quien toma en serio a las personas.
Escuchar la crisis de nuestro tiempo. Nunca hemos oído tantas voces, pero también que pasan como el agua, que no se detiene.
Escuchar, pero dice el Papa que también hay que discernir. Es decir, hay que juzgar las cosas desde el ángulo de Cristo y su Evangelio para poder distinguir lo bueno de lo no tan bueno, de la verdad y de la mentira.
Hoy la Palabra de Dios nos regaló tres planes para discernir. La primera, la Persona de Jesús. En la Tierra no hay nadie que pueda salvar sino Jesús. Primer criterio del discernimiento.
Segundo, el mundo no nos reconoce como hijos de Dios. Los Derechos Humanos serían parte del respeto cotidiano si viéramos en cada persona un hijo de Dios, alguien a quien debo respetar, reconocer, estimar, valorar.
Dice el apóstol san Juan que el mundo se resiste a reconocernos como hijos de Dios. Para muchos las personas son cosas, objetos, son objeto de intercambio, de negociación. Qué importante es saber mirar en cada ser humano a un hijo de Dios.
Es cierto, hermanas y hermanos, que el asunto de los derechos humanos no es confesional, es de tarea universal, independientemente, del credo que profese.
Pero para nosotros, discípulos del Señor, está este criterio que nos anima y fortalece. Cada ser humano tiene derechos porque es imagen y semejanza de Dios. Es más, porque es hijo de Dios.
El Papa agrega una tercera realidad, además de escuchar, discernir, él dice, “vivir”. Porque, en resumidas cuentas, lo más grandioso, el regalo fundamental es el don de la vida. Y nosotros queremos siempre valorar ese derecho que todos tenemos de conservar, guardar, enaltecer toda vida humana.
Por eso siempre repudiaremos todo aquello que sea destructivo: desapariciones, secuestros, asesinatos, violencia. Todo eso es limitación, es lo contrario a lo que nos enseña Jesús.
Él nos enseña a vivir y a convivir, porque Él vino a dar vida. Dice el Evangelio de hoy al final, “este es el mandamiento que he recibido de mi Padre”.
Jesús sabe que tiene un mandato: dar vida. Y dice Él, “yo doy la vida porque quiero, la puedo dejar y la puedo tomar. Es el mandamiento que he recibido de mi Padre”. Es el mandamiento para la Iglesia.
Todos los diez mandamientos, revelados en el Sinaí, se sintetizan en ese mandato: que todos tengan vida y vida en abundancia.
Quiero felicitar a todos los que integran CADAHC, a la hermana Consuelo que ha estado siempre como el alma de esta propuesta social.
Quiero animarlos a seguir adelante. La lucha por los Derechos Humanos nunca termina y nunca terminará. Porque donde hay pecado, hay muerte, hay abuso, hay destrucción. Pero nosotros queremos seguir a Cristo, el Buen Pastor.
Por eso toda la lucha por los Derechos Humanos es verdaderamente pastoral. Porque los identifica a ustedes, a nosotros, con Cristo, el Buen Pastor. Dice Jesús, “yo soy el Buen Pastor porque doy la vida por mis ovejas”.
Hermanas y hermanos hoy vamos a pedir por todas las necesidades de nuestro país. Que se resuelvan los problemas más graves, que se respete la dignidad de cada hombre y de cada mujer, que cese la violencia, que los que han perdido a un miembro de su familia que ha desaparecido, en la bondad de Dios, puedan recuperarlo.
Hoy es el día de las vocaciones. Vamos a pedir para que la Iglesia haya sacerdotes, diáconos, consagrados y consagradas, y fieles laicos que quieran seguir el camino de Cristo, el Buen Pastor. Hace falta muchos que quieran vivir al estilo de Jesús.
Que Dios nos bendiga y vamos a rezar mucho y a trabajar mucho para que nadie se desanime en esta tarea tan importante, para que todo ser humano sea reconocido en su dignidad y se le alcance a mirar como hijo de Dios: escuchar, discernir y vivir.