“Es un momento en que nos urge a todos tomar en serio la formación permanente. Un sacerdote que se descuida interiormente, un sacerdote que se margina de la vida comunitaria, puede convertirse en alguien que haga daño a los niños, a los adolescentes o también a los hombres y mujeres adultos. Es necesario que la formación se centre en la capacidad de relaciones espirituales y de relaciones humanas”. Lo dice el Presidente de la Conferencia Episcopal Mexicana, interpelado en el marco del Encuentro sobre la Protección de los menores.
En la entrevista Mons. Rogelio Cabrera López puntualiza la necesidad de tomar conciencia de que la protección de menores es un tema que compete a todos. En este sentido, desde el punto de vista del episcopado, remarca la necesidad de la colaboración de “los más capacitados hombres y mujeres que ayuden a discernir y a actuar”. Pero también de las familias, que a veces afrontan en silencio intrafamiliar las problemáticas de los hijos. Necesaria también una formación de los niños, niñas y jóvenes que apunte a su propia valoración, y al cuidado entre unos y otros. Por último, lo mencionado en el inicio de este servicio: el sacerdote necesita una formación permanente y vida comunitaria, porque el aislamiento, es un peligro.
¿Cuál es la importancia de dar una respuesta colegial al pueblo de dios en el caso de la protección de menores?
Primero, tomar conciencia de que es un asunto que nadie puede atender solo. El obispo necesita ante todo de los fieles, los más capacitados hombres y mujeres, que en una comisión le ayuden a discernir y a actuar puntualmente; pero también es importante la colaboración de su presbiterio: que los sacerdotes no sientan que son agredidos por esta necesaria corrección. Luego también la ayuda entre obispos: primero los de la provincia eclesiástica y luego los de toda la conferencia episcopal. Debemos tener un mismo sentir y todos caminar por el bien de las personas. Nos han sido encomendados lo sacerdotes, pero también los niños y los jóvenes y tenemos que cuidarlos a todos. Ahora especialmente queremos ver a las víctimas de los abusos: no podemos dejarlos a un lado, son una prioridad en este momento que hay que atender, y tenemos que hacerlo todos juntos siempre buscando el bien y la justicia para las víctimas.
¿Cómo piensan involucrar a los laicos y familias en este tema tanto para ayudar a la transparencia como para ayudar a hacer que en la comunidad eclesial, las iglesias, grupos juveniles, etcétera, se creen ambientes seguros?
Primero tenemos que convocar a formar parte de nuestras comisiones diocesanas y nacionales a mujeres y hombres que deseen colaborar con nosotros, que conozcan la problemática, que sepan los efectos devastadores de un acto de esta naturaleza. También es muy importante que los padres de familia, y sobre todo las mamás, entiendan que guardar un problema de su hijo no es sano, no es bueno, y que cuando él crezca puede reclamar que no fue tomado en cuenta su problema. Esto no se puede acallar. Los padres de familia y nosotros juntos tenemos que afrontar este silencio, que no es correcto. También tenemos que hacer una tarea educativa en nuestros colegios, en nuestros centros juveniles, en donde quiera que haya menores de edad tenemos que creer crear espacios seguros. Primero, pidiéndoles que se valoren a sí mismos y que se cuiden unos a otros y que no permitan que nadie los lastime. Esto lo tenemos que hacer en las escuelas, en los centros de catequesis, en los grupos juveniles. Tenemos miles de jóvenes que salen de campamento, y es necesario que estén en un ambiente seguro. Lo tenemos que garantizar formándolos y atendiendo a su propia valoración.
¿En relación a la formación y acompañamiento de los sacerdotes cómo es la experiencia en el episcopado mexicano? ¿Piensa que se puede hacer más en este sentido?
En la conferencia episcopal declaramos tres asuntos emergentes que debemos atender: el tema de los migrantes – que es un tema social muy grave en nuestro país – , el asunto de los jóvenes y adolescentes y el de los sacerdotes. La comisión de formación de los sacerdotes está siempre trabajando sobre este tema: cómo crecer en vida espiritual, cómo crecer en la capacidad de relacionarse dignamente con hombres y mujeres de todas las edades. Es un momento en que nos urge a todos tomar en serio la formación permanente. Un sacerdote que se descuida interiormente, un sacerdote que se margina de la vida comunitaria, puede convertirse en alguien que haga daño a los niños, a los adolescentes o también a los hombres y mujeres adultos. Es necesario que la formación se centre en la capacidad de relaciones espirituales y de relaciones humanas.
¿Una conclusión?
Estoy muy contento de participar en este encuentro, sé que la agenda que nos queda pendiente es muy grande, tengo mucha esperanza de que podamos salir adelante. Primero responderle a la sociedad sobre lo que ha pasado, pero también proteger el futuro. Creo yo que en la medida en que estemos atentos a lo que está pasando, podemos también atender y hacer mejor nuestra tarea, y sobre todos los obispos tenemos que escuchar, atender y poner todo lo que es posible para el cuidado de niños y niñas.
Fuente: VATICAN NEWS