En la homilía de este Segundo domingo de Cuaresma, el Arzobispo de Monterrey dirigió un mensaje profundo a los fieles reunidos en la Catedral, haciendo énfasis en la importancia de reconocer nuestras tentaciones y la necesidad de aceptar los límites impuestos por Dios para vivir en verdadera fraternidad.
Monseñor Cabrera López inició su mensaje agradeciendo la presencia de los asistentes, en especial a quienes recibieron el sacramento de la confirmación, así como a los seminaristas y sus formadores. También destacó la labor de aquellos que siguen la transmisión de la misa por televisión y redes sociales, recordando que esta celebración cumple ya 18 años de llevarse a cabo a través de estos medios. “Cuánto bien para el pueblo el poder seguir la Santa Misa, especialmente para los hermanos mayores que están en casa y los que se encuentran en las cárceles”, expresó.
Cristo, nuestro espejo
En su reflexión sobre la Palabra de Dios, el Arzobispo destacó la importancia de mirar a Cristo como nuestro mejor espejo. “Viéndolo a Él, tomamos las dimensiones que nos corresponden”, señaló, recordando que Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre. En la genealogía presentada por San Lucas, se resalta su condición de hijo de Adán y, por lo tanto, su cercanía con la humanidad.
Asimismo, mencionó que ser humano implica no solo la capacidad de amar, sino también la lucha interna entre el bien y el mal. Recordó las palabras de San Pablo: “Por un lado, sé que la ley de Dios es buena, pero queriendo hacer el bien, hago el mal que no quiero hacer”. Este conflicto interior, explicó, surge de nuestros deseos ilimitados y la dificultad de aceptar los límites establecidos por Dios.
Las tentaciones y el respeto a Dios
El Arzobispo profundizó en las tentaciones que enfrentó Jesús en el desierto, destacando cómo el demonio comenzó con una propuesta aparentemente inofensiva y terminó citando las Escrituras para confundirlo. “Cristo nos enseña cómo responder con la Palabra de Dios ante las agresiones”, afirmó.
Se refirió a la tentación de la riqueza fácil como una de las razones de la criminalidad y la injusticia en la sociedad. También alertó sobre el deseo insaciable de poder, que no solo afecta a quienes ostentan cargos públicos, sino también en los hogares y los lugares de trabajo. “Cuánto bien nos hace limitarnos en nuestro autoritarismo”, comentó, subrayando que la falta de respeto a los límites genera abusos y destrucción.
Finalmente, destacó la tentación más peligrosa: manipular la religión. Recordó que la Iglesia prohibió hace siglos prácticas que intentaban probar la inocencia de una persona a través de pruebas extremas. “A Dios no se le tienta, se le respeta”, afirmó con contundencia.
Aceptar los límites como acto de amor
Para concluir, el Arzobispo instó a los fieles a mirarse a sí mismos y reconocer sus propias luchas internas. Citando a San Agustín, destacó que las tentaciones nos ayudan a conocernos mejor y a darnos cuenta de nuestras debilidades. “Amar a Dios significa aceptar límites. Si no los aceptamos, no hay amor humano, solo hay destrucción y muerte”, sentenció.
Hizo un llamado a combatir aquellas actitudes que dañan a los demás y recordó que solo Dios nos quiere como hermanos y amigos. “Que Dios nos bendiga y nos dé la gracia de saber luchar contra todo aquello que nos daña o puede dañar a nuestro prójimo”, concluyó.