Mucho se ha hablado de los asesinatos ocurridos en Siria hacia personas indefensas, incluyendo niños y mujeres que no cuentan con el apoyo de nadie; estas noticias son una constante en diversos medios de comunicación. Y aunque sin una cobertura mediática, también hay sacerdotes que han sido asesinados y torturados cruelmente.
El presbítero jesuita Van der Lugt fue asesinado a sangre fría a sus 75 años de edad; residía en Siria desde 1966 y pese a las circunstancias, él no se sentía un extranjero, sino un árabe entre los árabes. Se adaptó a la vida y cultura del pueblo, hablaba el árabe naturalmente y tenía un gran conocimiento científico del Corán.
Según testigos, fue llevado por hombres armados que lo golpearon y le quitaron la vida de dos balazos en la cabeza a la puerta de su casa, en la ciudad de Homs. El Vaticano lo calificó como “un hombre de paz” y lamentó su muerte
Durante una entrevista concedida a AFP, el padre declarado que consideraba a Siria como su patria.
De las decenas de miles de cristianos que vivían en la ciudad vieja de Homs ya no quedaban más que 66. “Soy el único sacerdote y el único extranjero que queda. Pero no me siento un extranjero, sino un árabe entre los árabes”, había afirmado sonriente.
“Tenemos muy poca comida. La gente en la calle tiene el rostro cansado y amarillo. Hay hambruna pero la gente también tiene sed de una vida normal. El ser humano no es sólo estómago, también tiene corazón, y la gente necesita ver a sus familiares”, expresó el Jesuita.
Días después de la entrevista alrededor de 1.400 personas fueron evacuadas de esa parte de la ciudad, debido a un acuerdo negociado por la ONU entre el régimen y los rebeldes, que controlan el sector. Pero el padre quiso quedarse con la población y seguir siendo un apoyo para quienes aun permanecían en el pueblo.
“Murió un hombre de paz que, con una gran valentía, en una situación extremadamente riesgosa y difícil, quiso seguir siendo fiel al pueblo sirio, al que había dado desde hacía mucho tiempo su vida y su asistencia espiritual”, declaró el entonces vocero del Vaticano, Federico Lombardi.
“En este momento de gran dolor, expresamos nuestro gran orgullo y gratitud de haber tenido un hermano tan cercano a los que sufrían más”, añadió Lombardi.
No dejemos de orar por aquellos que se encuentran en situación de guerra dentro de su nación y no cuentan con ningún apoyo de autoridades, por aquellos que no son noticia y luchan hasta el cansancio por mantener su libertad, un derecho que lamentablemente hay quienes no lo tienen.