Misa equipo Diezmo / Sagrario Catedral de Monterrey / 23 de mayo del 2018
Hermanas y hermanos, antes de comentar brevemente la Palabra de Dios que ha sido proclamada, quiero decir dos pensamientos que justifican el que vengamos a la Eucaristía, después de haber tenido la carrera del Diezmo y también por qué hacemos esta convivencia.
Miren, hermanas y hermanos, la Eucaristía es siempre una escuela. En ella aprendemos las mejores virtudes humanas y las virtudes teologales.
Y hay dos, para mí, muy importantes. Primero, aprender a decir “gracias”. Es el primer aprendizaje, porque la Misa se llama Eucaristía. Significa “muchas gracias”.
Y en la Misa recordamos el agradecimiento de Jesús. Él es el primero que le da gracias al Padre. Y, todos los que le seguimos a Él, aprendemos a agradecer.
Por eso, en casa, la primera enseñanza que nos deben dar nuestros papás es aprender decir “gracias”, a entender que en la vida nadie nos debe nada, que todo es un regalo, que todo es un favor. Por eso, cuando pedimos algo, decimos, “por favor”.
Pero también cuando recibimos un favor, decimos “gracias”, “muchas gracias”. Y esto es lo que yo quiero decirles a ustedes. Muchas gracias por este servicio y este favor que hacen a nuestra Iglesia diocesana. Lo hacen porque ustedes quieren, y quieren porque aman a Dios, aman a Cristo y a la Iglesia. Por eso, les agradezco el que colaboren con nosotros en la promoción del Diezmo.
La segunda realidad que aprendemos en la Eucaristía es a amar. La Iglesia le llamó a la Misa, “ágape”, amor. Pero el amor de convivencia, el amor de interrelación, el amor de comunicación. Y la Eucaristía es un ágape.
Por eso también queremos unir, al agradecimiento, la convivencia. Después de la Misa tendremos una sencilla convivencia, un ágape, una señal de estima, de cariño, de amor.
Nos hace falta esta intercomunicación, nos hace falta esta relación que sale del corazón. Hace un mes me tocó oír una conferencia sobre la nueva pandemia de la humanidad. Ya saben que una pandemia es una enfermedad que se generaliza. Y me dijeron que es de la soledad, la pandemia de la soledad.
Las personas se recluyen a sí mismas y no quieren comunicarse. Tenemos que animar, promover, la buena comunicación, el ágape.
Así crecemos en estas virtudes que son humanas, pero también que vienen de Dios. Ese es el motivo de esta Misa, agradecer y crecer en comunicación, para que aprendamos de Jesús las dos cosas: Eucaristía, “gracias, Padre”; ágape, “no hay amor más grande que dar la vida por los amigos y ustedes son mis amigos”, “yo los amo como me ama a mí el Padre”.
Y la Palabra de Dios que acabamos de oír nos da dos enseñanzas. La primera, vivir siempre en la providencia divina. Dice Santiago, “no planees nada sin pensar en lo que Dios tiene preparado para ti”.
Por eso es mejor, en vez de decir “voy a hacer esto, voy a hacer aquello”, decir, “si Dios lo permite haré esto y haré aquello”.
Qué importante es tener esto en nuestro corazón, sobre todo los que andamos siempre con la agenda. Qué importante no olvidar, aunque tengamos un trayecto, suponemos que vamos a estar más días en este mundo, no hay que olvidar, “si Dios lo permite”. Nosotros vivimos cada minuto, cada día, con esta conciencia de que dependemos de Dios.
“Si Él quiere, si Él lo decide, hago esto, hago aquello”. Es una enseñanza muy bonita. Dice textualmente, “¿qué cosa es la vida de ustedes? Una nubecilla que se ve un rato y luego desvanece.
Así es la vida, por eso ustedes deberían decir “haremos esto si el Señor nos presta vida”. Siempre esto hay que hacerlo nuestro.
La enseñanza de Jesús en el Evangelio, dice “todo aquél que no está en contra de nosotros, está a nuestro favor”. Es un modo de sentir que hoy habla mucho la administración, ser asertivo. Es decir, tener una mirada positiva siempre de los acontecimientos y de la gente.
El que ve todo oscuro, el que ve que todo está mal, que es un caos el país, que nadie es bueno, que es pura tranza, ¿cómo puede mirar las cosas y la historia positivamente?
No mires mal lo que realmente no está mal. “Todo el que no está contra nosotros, está a nuestro favor”. Cuántas cosas están a nuestro favor, y, por engancharnos con un problema, con una persona que nos ha hecho algo, perdemos el piso.
Decía el Papa san Juan Pablo II, “para que haya comunión primero hay que ver lo positivo”. Si nadie está en contra de nosotros, está a nuestro favor.
Vamos a pedirle al Señor estas cuatro cosas, saber agradecer; la segunda, saber convivir; tercera, ponernos siempre en la providencia divina, “si Dios nos presta vida”; y, cuarta, mirar a la gente bien. Hay mucha gente buena, ¿para qué nos lamentamos de los poquitos que no lo son? Dice el Señor, “todo aquel que no está en contra de nosotros, está a nuestro favor”.