Fiesta patronal Parroquia San Juan Pablo II, Escobedo / 22 de octubre del 2018
Estimadas hermanas: asistimos a esta Eucaristía con agradecimiento a Dios por la vida, las palabras y la misión del Papa San Juan Pablo II.
Muchos tuvimos la oportunidad de verlo, al menos por televisión, y escucharlo. Creo que es unánime el sentimiento de muchos católicos de que él fue un hombre santo. Por supuesto, hay personas que piensan de otro modo, pero la Iglesia así lo ha reconocido, como un hombre santo, como un intercesor de nosotros ante Dios.
Providencialmente la fiesta coincide con el domingo mundial de las misiones (DOMUND). Hoy, en todas partes se recuerda que la Iglesia es misionera. El Papa Francisco habla de que esta misión se hace con el corazón. Al recordar el legado del Papa Juan Pablo II queda muy bien con lo que celebramos.
Hay pensamientos que me llaman la atención. En 1978, como Obispo de Roma, su primer documento marcó, como de manera profética, la misión de la Iglesia. Sabiendo que nos enfrentábamos a un paso muy difícil: entrar a un milenio. Ustedes, los que no son “millennians”, saben lo que ha significado este cambio. Hay un cambio real en la sociedad, un cambio cultural que el Papa ya había anunciado y por eso él daba dos indicaciones a la Iglesia. La primera, “abran las puertas al Redentor”, y la segunda, “el camino para la Iglesia es el ser humano”. Dos principios para la misión muy importantes.
La primera, “abran las puertas al Redentor”. Sin duda que la misión de la Iglesia en este milenio es una misión que ya no se hace como fue, tal vez, hace tiempo. Ahora, la misión se hace con el poder del convencimiento. El Papa Benedicto XVI, decía que la evangelización se lleva a cabo por atracción (Homilía en la Eucaristía de inauguración de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe en el Santuario de «La Aparecida». 13 mayo 2007).
Por eso dice san Juan Pablo II “abran las puertas al Redentor”, que la Iglesia sea una Iglesia de puertas abiertas, siempre de acoger, de ir al encuentro con todos. Por eso se dió a la tarea de recorrer el mundo entero. El encuentro misionero se realiza no solo a los católicos, sino también con la gente de buena voluntad. En todos lados llevó este mensaje de apertura, de presentar a Cristo como amigo del hombre, no como enemigo. A eso vino Jesús, a ser amistad con el ser humano. Todo su mensaje va entorno a este cariño a las personas y a poner siempre en primer lugar al ser humano.
Por eso, el segundo principio dice, “el camino para la Iglesia es el ser humano”. De tal manera que la Iglesia debe poner atención de a dónde va el ser humano. Es saber el rumbo que toma la sociedad, que no podemos calificarlo como malo, sino es el rumbo que lleva la sociedad. Y en ese rumbo es que la Iglesia debe caminar con la gente, no en oposición, sino en acompañamiento. Quedaron atrás los tiempos de discusión, de apologética, de insistir en que uno tiene la verdad y los otros no. La misión se hace en humildad y en caridad. Solo así es posible y podemos entender ese dicho de Jesús: al Cesar lo del Cesar y a Dios lo que es de Dios (cfr. Mt 22, 21).
Cuando a Jesús le quieren poner una trampa, si hay que pagar o no los impuestos, Él se fue más allá. Pidió una moneda y dijo “¿cuál es la imagen y la inscripción?” Le contestaron, “la del César”. Jesús dice, “al Cesar lo que es del Cesar, y a Dios lo que es de Dios”. ¿Qué es de Dios? Cada persona. Nosotros tenemos impresa una imagen, la imagen de Dios. Nosotros fuimos creados a imagen de Dios. La autoridad le rinde cuentas sobre el dinero a la sociedad, pero el ser humano es mucho más grande que el dinero. Somos imagen y semejanza de Dios.
La Iglesia siempre tiene que promover el respeto, la justicia, los derechos de la persona, que no dependen de un gobernante, sino que dependen de Dios que los creó. Porque los derechos son anteriores a cualquier sistema de gobierno. Incluso, aquel que está en la cárcel, tiene que ser tratado como persona. Esta es la misión de la Iglesia: cuidar la imagen de Dios en cada uno. Al Cesar lo del Cesar y a Dios lo que es de Dios.
Nosotros le pertenecemos al Señor. Es cierto, que la historia de la Iglesia no ha sido fácil en estos más de dos mil años. La Iglesia ha tenido que vérsela con reyes, emperadores. Ha sido una historia muy controvertida. Muchas veces en persecución, otras en cercanía. Como quiera, tenemos que cuidar la sana distancia del poder. Para los obispos, sacerdotes y creyentes primero es Dios, la ley de Dios; todo lo demás debemos hacerlo con prudencia. Porque debemos promover la amistad social, no tenemos por qué estar en pleito con la sociedad. Así, las enseñanzas de Juan Pablo II serán puestas en práctica con sus dos principios.
Pidámosle a Dios para que ustedes y yo podemos cumplir con la misión que Dios me encomendó. Esta es la Iglesia, las personas. La persona es primero. Y yo le doy gracias a Dios de que, en tan poco tiempo, con el Padre Jesús hayan construido esta comunidad de fieles, que es lo más importante. Les deseo mucho bien, que no pierdan la fe. Prefiero creyentes a edificios, si no, los templos se convierten en museos. Yo sé que cada uno colabora según sus posibilidades. Gracias a todos ustedes. Nos ponemos bajo la protección de san Juan Pablo II para que todos le abramos con gusto el corazón a Jesús.