Por: Juan Pablo Vázquez Rodríguez
Monterrey, N.L. (www.pastoralsiglo21.org).- 4 de septiembre del 2022
El Papa Francisco, al presidir esta mañana la misa de beatificación del Papa Juan Pablo I, afirmó que el nuevo beato vivió con la alegría del Evangelio, sin concesiones, amando hasta el extremo y siguiendo el ejemplo de Jesús, fue un pastor apacible y humilde. En una jornada gris, bajo una intensa lluvia, la Plaza de San Pedro fue escenario de la celebración para elevar a los altares al Albino Luciani, un Papa que con su sonrisa – como dijo el Pontífice – logró transmitir la bondad del Señor.
Inspirado en las palabras del Evangelio de hoy, el Santo Padre en su homilía habló sobre lo que significa seguir a Jesús, ser sus discípulos, especialmente ante las advertencias que Él mismo hace a la multitud que fascinaba y asombrada lo seguía: “el que no lo ama más que a sus seres queridos, el que no carga con su cruz, el que no renuncia a todo lo que posee no puede ser su discípulo”. Una condición exigente y poco atractiva, afirmó Francisco, muy diferente a lo qué habría hecho un líder astuto al ver que sus palabras y su carisma atraían a las multitudes y aumentaban su popularidad.
“Sucede también hoy, especialmente en los momentos de crisis personal y social, cuando estamos más expuestos a sentimientos de rabia o tenemos miedo por algo que amenaza nuestro futuro, nos volvemos más vulnerables; y, así, dejándonos llevar por las emociones, nos ponemos en las manos de quien con destreza y astucia sabe manejar esa situación, aprovechando los miedos de la sociedad y prometiéndonos ser el ‘salvador’ que resolverá los problemas, mientras en realidad lo que quiere es que su aceptación y su poder aumenten”.
El Santo Padre señaló que es necesario amar “aunque cueste la cruz del sacrificio, del silencio, de la incomprensión y de la soledad, aunque nos pongan trabas y seamos perseguidos”. Inclinarse ante la cruz y que te puncen sus espinas, como decía Juan Pablo I. Un amor extremo, agregó Francisco, “con todas sus espinas”, sin esperar una vida tranquila o una “fe al agua de rosas”, sino arriesgarse y no dejas las cosas a medias.
El Papa no sólo constató que el nuevo beato vivió con esa entrega, “con la alegría del Evangelio, sin concesiones, amando hasta el extremo”, sino que “encarnó la pobreza del discípulo, que no implica sólo desprenderse de los bienes materiales, sino sobre todo vencer la tentación de poner el propio ‘yo’ en el centro y buscar la propia gloria, sino que “siguiendo el ejemplo de Jesús, fue un pastor apacible y humilde.
El PapaFrancisco concluyó su homilía de la beatificación de Juan Pablo I con estas palabras:
“Con su sonrisa, el Papa Luciani logró transmitir la bondad del Señor. Es hermosa una Iglesia con el rostro alegre, sereno y sonriente, una Iglesia que nunca cierra las puertas, que no endurece los corazones, que no se queja ni alberga resentimientos, que no está enfadada ni es impaciente, que no se presenta de modo áspero ni sufre por la nostalgia del
pasado cayendo en el “indietreismo”.
Roguemos a este padre y hermano nuestro, pidámosle que nos obtenga ‘la sonrisa del alma’, esa transparente, que no engaña, la sonrisa del alma. Pidamos, con sus palabras, aquello que él mismo solía pedir: «Señor, tómame como soy, con mis defectos, con mis faltas, pero hazme como tú me deseas»”.
La festividad litúrgica de Juan Pablo I será celebrada cada 26 de agosto.