LES DARÁS LA ALARMA

Ez 33,7-9; Rm 13,8-10; Mt 18,15-20

El profeta Ezequiel conocía la función del vigilante o atalaya, éste debía estar atento a las señales que aparecieran en el horizonte, para comunicarlas de forma oportuna, alertando al pueblo del peligro de posibles amenazas militares. Ezequiel no necesitaba levantar una torre en el Monte de los Olivos para desentrañar las señales de peligro que amenazaban al pueblo. Bastaba mirarlo con atención y advertir si vivía conforme a la voluntad de Dios o no. Como profeta que era, tenía una mirada diestra para leer los entretelones de la convivencia cotidiana y descubrir qué valores movían a sus contemporáneos. El Evangelio de san Mateo anima a los discípulos a establecer mecanismos eficaces para alcanzar la reconciliación. En las primeras comunidades cristianas los conflictos eran tan comunes como lo son en las nuestras. La condición humana es la misma hoy y siempre. El diálogo y la palabra son las herramientas que pueden aproximar a las personas. La fuerza y la presión solamente agudizan los conflictos.