Conclusión de semana mariana / Seminario Menor de Monterrey / 07 de octubre del 2017
Estimados seminaristas, hermanos sacerdotes: con gusto he venido a presidir esta Eucaristía para concluir la semana mariana.
Cuando comenzó la Eucaristía me vino a la memoria una homilía que escuché del entonces Cardenal de México, Miguel Miranda, decía que todo seminarista, todo sacerdote y todo cristiano tienen tres amores: el amor a Cristo Eucaristía, el amor a la Virgen María y el amor a los pastores, es decir, a los sacerdotes, obispos y al Papa. Si estos tres amores caminan de modo unido sin duda la vida de un cristiano, de un seminarista o de un sacerdote tendrán gran riqueza espiritual. El amor a María fortalece el amor a Cristo y a la Iglesia. Está en medio de la Eucaristía y el respeto a los pastores.
Muchos santos están convencidos de que a Jesús se llega a través de María. No hay otro camino más corto, más rico e inmenso para llegar a Cristo que llegar a Cristo por María. Es, realmente, una verdad que la Iglesia ha sostenido durante siglos. Qué importante es en la vida humana el amor de nuestra mamá. Nuestra mamá nos permite tener un desarrollo integral, nos enseña a amar, a convivir y nuestra mamá nos acerca a Dios. Es la pedagoga que nos lleva a Dios.
El Papa Francisco reitera que los cristianos no somos huérfanos, tenemos una Mamá que nos ayuda a vivir los valores evangélicos y humanos. Hoy celebramos a nuestra Señora del Rosario. Esa devoción secular en la Iglesia inclusive no se sabe bien cómo se originó. El Rosario, probablemente, viene de una devoción oriental donde la repetición de una oración hace bien al corazón. La Iglesia, hasta el día de hoy, sostiene que es un acto muy bueno y muy santo rezar el Rosario.
El santo Rosario es el Evangelio de los pobres. Cuando la gente no sabía leer, cuando no tenía acceso a las Escrituras, el Rosario, con sus misterios, son una bella síntesis del Evangelio. Pero, también, el Rosario es una lectio divina. Nos va proponiendo un pasaje de la vida de Cristo en relación a la Virgen María y profundiza en el sentido que tiene ese texto bíblico. Saben que “Rosario” significa aquél “ramillete de rosas” que le regalamos a la Virgen María. Pensar en los misterios de Cristo nos hacen mucho bien.
Quiero agregar una palabra sobre lo que acabamos de escuchar en las lecturas. Se fijaron en la primera lectura, cómo se habla de alegría y júbilo. María es la primera alegre. En el Evangelio escuchamos que Cristo se llenó de júbilo. Muy contento se refiere a Dios Padre y le agradece que se haya revelado en los corazones sencillos (cfr. Lc 10, 21).
Esa alegría que forma parte la Virgen María. Ustedes han escuchado el “Magníficat” es un canto de la Virgen María. El Papa Francisco tiene como hilo conductor la alegría, y la muestra en Evangelii gaudium, Amoris laetitia y Laudato sí.
Porque la alegría es lo que tiene que caracterizar la vida de un seminarista, de un sacerdote y de un fiel cristiano. La alegría no es un mero sentimiento fortuito que nace del corazón. La tristeza es consecuencia del pecado. La alegría es la consecuencia de vivir en relación íntima con la Santísima Trinidad, con la Virgen María y la Iglesia.
La Virgen María es la Mujer alegre. Cristo es el Hijo de Dios alegre. Nosotros le pedimos al Señor que podamos participar de su alegría. Déjense formar por la Virgen María. No olviden los tres amores: el amor a la Eucaristía, a la Virgen María y a nuestros pastores. Que Dios los acompañe Y qué la Virgen María sea la luz para ustedes en la toma de decisión que deben hacer a lo largo de su formación.