Boda de Aldo y Mónica / 7 de octubre
Agradezco la presencia de todos ustedes, amigos y familiares, de Aldo y Mónica, la presencia del Señor gobernador y su esposa, la presencia de las hermanas religiosas, y el padre Virgilio. Todos nos reunimos a rezar por el nuevo matrimonio. Queremos compartir su alegría, queremos que ese gozo se prolongue en su vida. Que cada día crezca más y más su amor. Los encomendamos al Señor y también a la intercesión de la santísima Virgen María.
Hoy la Palabra del Señor les ha trazado una ruta para su vida matrimonial. A través de la Palabra del Señor descubrimos cuatro cosas bien importantes para este camino de la vida matrimonial.
La primera, es el aprecio y la admiración que deben tenerse los esposos, ahí comienza el amor. Apreciar y admirar, descubrir sus cualidades, valorar su propia vida y la vida del que será el compañero de camino. Cuántas cualidades admira el hombre de su mujer. Una de ellas es ser dueño de sí mismo. Dice la primera lectura, “qué fortuna para el marido cuando la mujer es dueña de sí misma” (cfr. Eclo 26, 1-4. 16-21). Es decir, cuando los dos caminan juntos con su propia voluntad y su decisión, cuando cada uno es lo que tiene que ser.
La segunda indicación en esta ruta es la del respeto. Lo ha dicho el apóstol san Pablo, “que la mujer respete a su marido y que el marido respete a su mujer” (cfr. Ef 5, 21ss). Quiere decir que, lo que el Señor propone, es respetarse. El respeto que permite dialogar, que ayuda a reconocer la dignidad de cada uno y su grandeza, que permite que ambos caminen en su propia libertad. Respetar su libertad, que no se sientan oprimidos. El matrimonio no es opresión, es un camino de libertad.
La tercera es de la entrega mutua. El apóstol san Pablo habló de la entrega de la propia vida en el matrimonio. Uno entrega la vida y está dispuesto a dar la vida por el esposo y la esposa, imitando la Cristo que da la vida por nosotros (Ef 5, 1-2). La medida del amor llega hasta dar la vida por quien se ama.
La última, vivir en unidad. A partir de hoy ya no son dos, sino uno solo, una sola carne, una sola realidad. De tal manera que ya no los podemos partir, porque son uno solo en el deseo de Dios. Vivir la unidad, el amor y la caridad.
Esas cuatro indicaciones deben acompañarles en su vida matrimonial, aprecio y admiración, respeto mutuo, entrega de la vida y vivir estrechamente unidos porque son una sola cosa. Que Dios los bendiga. Todos rezamos por ustedes para que este sueño de Dios lo puedan vivir, experimentar y compartir.